Crítica: Polish Prayers
por Muriel Del Don
- El primer largometraje documental de Hana Nobis nos transporta a la intimidad de un personaje complejo y conmovedor que intenta enfrentarse a sus propios demonios interiores
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ficha de la película], que acaba de estrenarse en IDFA, en la sección Luminous, el emotivo primer largometraje documental de la directora polaca Hana Nobis, afronta con valentía las contradicciones de una nación, Polonia, donde las ideologías radicalmente opuestas se ven obligadas a coexistir. Antek, un personaje enigmático de mirada penetrante, que poco a poco se abre a la vida mostrando experiencias que anteriormente consideraba fuera de los límites, nos sirve de guía mientras exploramos los extremos opuestos de este espectro.
El camino de Antek hacia una especie de autoaceptación y aceptación de sus propias contradicciones será largo, y el destino será desconocido (Nobis lo sigue durante cuatro años), pero lo que cuenta, y que la directora graba con valentía y elegancia, es el viaje en lugar del destino final. “Mi intención era hacer una película que retratara las muchas facetas del radicalismo de derecha y hacerlo con el corazón abierto. El primer paso hacia el cambio es la comprensión”, afirma Nobis, y esto nos ayuda a comprender hasta qué punto su mirada es abierta y libre de estigmas; es intensa y profunda sin ser moralista. Polish Prayers nos toma de la mano y nos acompaña a medida que nos acercamos a un personaje muy nervioso que está enfrascado en una conmovedora lucha contra las contradicciones de un mundo interno que durante mucho tiempo ha creído que podía controlar, como un buen soldado de juguete que mantiene una fe aparentemente inquebrantable.
Antek, el protagonista de este largo viaje, está a punto de convertirse en líder de un grupo polaco católico y ultra conservador llamado Brotherhood. En este cruce de caminos en su vida y en su viaje ideológico, Antek empieza a dudar y a cuestionar los principios morales que guían su vida, transformando la realidad de un unicum impermeable al estímulo extremo. La escena inicial, que es extraordinariamente poderosa y lograda a nivel formal, durante la cual la directora lo graba mientras se lava descaradamente sus partes privadas en el río, nos lleva a entender que detrás de la fachada se esconde un mundo interior hirviente. En este sentido, Nobis especifica: “Cuando conocí a Antek, me di cuenta de que estaba afectado y de que, en el fondo, era un personaje bastante sensible. Él eligió ocultar este lado de sí mismo separándose de sus emociones y siguiendo las reglas establecidas por su familia en cuanto a la religión y, sobre todo, a la visión arquetípica de la masculinidad”. Esto es cierto porque lo que realmente obsesiona al grupo de extremistas al que pertenece el protagonista es la masculinidad: desde su punto de vista, la masculinidad de tipo hegemónico, dominante, heterosexual y patriarcal tiene que regir cualquier tipo de interacción social.
“¿Qué necesita Polonia?”, pregunta un miembro del grupo antes de que los otros respondan al unísono, “Catolicismo y hombres valientes”. Este es el credo de este grupo de individuos que esconden su propia vulnerabilidad y angustia detrás de la máscara de una masculinidad patriarcal obsoleta que cree que tiene el control del mundo. Lo que los obliga y los mueve profundamente, haciéndolos sentir “hombres reales”, es lo que ellos llaman “feminidad prerrevolucionaria”: una especie de feminidad que es seductora, pero que también es sumisa, útil para glorificar su propio súper ego. La evolución de Antek, su paso de una mentalidad dogmática digna de cualquier tipo de extremismo a una aparente apertura mental, a un fuerte cuestionamiento de sí mismo, no le impide, sin embargo, continuar deseando un cuerpo varonil (a menudo grabado a contraluz, en un magistral claroscuro al estilo Caravaggio), que él siempre intenta hacer fuerte y musculoso. Es precisamente esta maraña de paradojas, la lucha que el personaje principal debe atravesar para establecer un equilibrio (que resulta ser impreciso), lo que hace de Polish Prayers una obra potente, accidentada, resbaladiza e intransigente. Es una película que plantea muchas preguntas, abriendo un debate que Polonia (entre otros países) necesita iniciar.
Polish Prayers ha sido producida por junto First Hand Films GmbH con Offhand Films, HBO Max, ARTE y Mitteldeutscher Rundfunk.
(Traducción del italiano)
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