IFFR 2023 Competición Big Screen
Crítica: Voyages en Italie
por Fabien Lemercier
- Sophie Letourneur firma una comedia conyugal burlona y ligera sobre los cuatro días de vacaciones en Italia de una pareja parisina anestesiada por la rutina
“Tenemos que irnos, esa es la solución –Si tenemos problemas, no los vamos a resolver yéndonos –Tenemos que convertir lo ordinario en extraordinario –No, porque lo ordinario no es extraordinario”. Para una pareja instalada en la rutina del matrimonio y absorbida por la mecanización de la vida cotidiana familiar al ritmo que marcan las grandes ciudades modernas, compaginar la respiración para revitalizarse no resulta fácil, ya que cada uno suele tener una percepción y expectativas diferentes, por no hablar de las características estructuralmente diferentes que paradójicamente componen el cimiento de la longevidad de las parejas. A la vez, todo es simple y nada lo es, y Sophie Letourneur ha decidido explorar esa zona sentimental inestable en su quinto largometraje, Voyages en Italie [+lee también:
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ficha de la película], una comedia agridulce al límite de lo burlesco estrenada en la competición Big Screen del IFFR (que la cineasta francesa ya visitó con La vie au ranch [+lee también:
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ficha de la película] en 2010 y Énorme [+lee también:
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ficha de la película] en 2020).
Los jóvenes de cuarenta años Sophie (la propia directora) y Jean-Philippe (Philippe Katerine) están relajados en una cama donde la fatiga ha anulado toda actividad sexual. Sophie siente que hay que hacer algo y se deja la piel, a pesar de las reticencias de su cónyuge, para encontrar un destino y cuatro días de evasión lejos de París y de su hijo, Raoul. Ella quiere evitar Italia, a donde Jean-Phi ya ha ido varias veces con sus ex, pero, la necesidad manda, y el destino final será Sicilia y las islas Eolias. Y así nuestro dúo desembarca en Catania, guía Routard en mano.
La película, un relato de viajes que hace un guiño a la famosa Te querré siempre, de Roberto Rossellini (1954), teje un conjunto de naderías, una sucesión de instantáneas de turismo medio íntimo (la calidad del hotel, alquilar un coche, aparcar, degustar "cannolis" y "granita di limone" sobre un banco, deambular por las calles, visitar el Valle de los Templos de Agrigento y la playa incrustada en los grandes acantilados blancos de la Scala dei Turchi, intentar chapurrear el italiano en la terraza, quejarse de los mosquitos y del calor, alquilar una scooter, tomar un ferry para Vulcano, salir de excursión, bañarse, etc.) con preocupaciones silenciadas y los abuelos de canguros en París al alcance del teléfono.
En efecto, las referencias no son las mismas, pero a nuestros dos protagonistas les cuesta ceder, ya que tienen personalidades raramente sincronizadas, algo que la película muestra con mucho humor tierno e ironía repetitiva. Pues, al final, esta escapada para hacer balance se convertirá en el reflejo de un amor y de una complicidad que supera los antagonismos de la superficie. Así (según la cineasta) es como se articulan los recuerdos en común, las secuencias de escenarios de la vida de pareja, como una colección de pequeños guijarros banales al recogerlos, pero que ganan brillo una vez esmerilados por el tiempo.
Voyages en Italie, una ficción sobre la realidad improvisada y artesanal, no carece de encanto en la trayectoria de sus dos encantadores intérpretes y en los paisajes de postal iluminados por Jonathan Ricquebourg. La película, de una ligereza teñida con un poco de melancolía, destila el perfume evanescente de una pequeña digresión existencial bajo el sol mediterráneo.
La película ha sido producida por Tourne Films (que también gestiona las ventas internacionales) y coproducida por Arte France Cinéma.
(Traducción del francés)
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