IFFR 2023 Competición Big Screen
Crítica: Endless Borders
por Vladan Petkovic
- La cinta de Abbas Amini, premiada en Róterdam, es ya una buena candidata a la película más compleja a nivel estructural y más matizada a nivel ético del año
La ganadora de la Competición Big Screen en el IFFR, Endless Borders [+lee también:
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entrevista: Abbas Amini
ficha de la película] (ver la noticia), promete ser una de las películas más complejas de 2023, a pesar de que el año apenas acaba de empezar. El quinto largometraje del cineasta iraní Abbas Amini aborda muchos problemas éticos y morales de una forma distintiva y llena de matices, pero apoyándose en los valores que más apreciamos: la libertad y el amor.
Ahmad (Pouria Rahimi Sam, al que vimos en Zalava y El perdón [+lee también:
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ficha de la película]) es un profesor de escuela exiliado en una aldea remota, cerca de la frontera con Afganistán, donde la población local beluchi ayuda a los refugiados afganos a entrar clandestinamente en el país. Las razones de su exilio son probablemente políticas, pero al principio no están claras, y parece que su esposa, Niloofar (Mino Sharifi), está en prisión por el mismo crimen (o similar). Este amplio arco argumental, que comienza en un segundo plano, acaba cerrándose en el conmovedor y digno final de la película, que contrasta con su desarrollo tenso y nervioso.
Aunque Ahmad tiene prohibido enseñar y debe presentarse periódicamente en la oficina de libertad condicional de una ciudad vecina, sigue desarrollando su trabajo con los niños del pueblo y con un grupo de hazaras de Afganistán. Entre ellos, destaca una familia: su anciano patriarca está muy enfermo y, aunque hay un médico en el grupo (Naser Sajjad Hosseini), poco puede hacer sin medicinas. Cuando Ahmad permite que el anciano se quede en su casa, se da cuenta de que hay algo entre la adolescente de la familia, Haseeba (Behafirid Ghaffarian), y el hijo del jefe del pueblo, Balaj (Hamed Alipour). Intuyendo que puede haber problemas por ambas partes, el hombre intenta intervenir, pero acaba descubriendo que la situación es aún más compleja: Haseeba es en realidad la esposa del anciano, a quien se la entregó una familia endeudada.
Balaj parece ser una pieza fundamental a la hora de transportar a los refugiados, pero está retrasando intencionadamente del viaje de la familia de Haseeba a Irán y posteriormente a Turquía. Los detalles técnicos de esta situación fronteriza no están claros. Además, para la mayoría de los espectadores, las relaciones entre los grupos étnicos, las lenguas, las afiliaciones religiosas y las costumbres seguirán siendo un enigma. Podemos obtener algunas pistas de los diálogos, pero ocurren tantas cosas en los 110 minutos de duración de la película que es mejor acercarse a ella como a un thriller, donde el peligro acecha a los protagonistas dentro de sus propias familias y comunidades, además de provenir de las fuerzas gubernamentales.
Rahimi Sam carga con el peso de la película de forma admirable, en la piel de un hombre que se exige mucho a sí mismo y a los demás, a pesar de todos los errores que comete. Sus valores seculares y sus buenas intenciones a menudo se vuelven en su contra en este difícil entorno, pero en el acto final de la película queda claro que sus defectos son inseparables de su humanidad.
La ambientación, capturada con una gran profundidad de campo por la cámara de Saman Loftian, refleja las contradicciones temáticas de la película. Esta remota región parece al mismo tiempo enorme y claustrofóbica, con grandes extensiones de arena gris, polvo y rocas rodeadas por monumentales e implacables montañas, así como por el largo muro fronterizo. El colorista Braňo Daniš hace que el gris sea tan dominante que parece teñir los rostros de los personajes y el propio cielo.
Con todo, el trabajo más valioso de la película debe ser el de la montadora Haideh Safiyari, una figura decisiva a la hora de hacer inteligibles las complicadas narraciones de Asghar Farhadi. No solo mantiene unidos los numerosos hilos del guion de Amini y Hossein Farrokhzad, que a veces amenaza con romper por las costuras, sino que también crea una impresionante estructura apoyada sutilmente por la minimalista banda sonora de la violonchelista Atena Eshtiaghi.
Endless Borders es una coproducción entre la checa Europe Media Nest, la alemana PakFilm y la iraní Filminiran.
(Traducción del inglés)