Crítica: Le marchand de sable
por Fabien Lemercier
- Steve Achiepo firma un incisivo largometraje de debut sobre nuestro deseo de ayudar y las imposibilidades (o incluso malas intenciones) que se encuentran en las sombras
“Necesitaría que me liberaras esta noche el edificio que te mostré. Tengo un comprador –Me acabas de pedir que lo llene –Sí, y ahora te pido que la vacíes –Eso no es posible, necesitamos una solución, reubicarlos –Tus escrúpulos…”. En Francia, cuatro millones de personas son víctimas de viviendas precarias, están en la calle o residen en lugares sobrepoblados, incluso insalubres. Muchas presas fáciles para los llamados “comerciantes del sueño” que se aprovechan de la miseria y de la incapacidad del Estado para resolver la cuestión del alojamiento digno para todos. Ese es el tema que Steve Achiepo trata con mucha eficacia narrativa y un enfoque original en su primer largometraje, Le marchand de sable [+lee también:
tráiler
ficha de la película], que The Jokers estrena mañana en los cines franceses.
“¿Cuántas personas vivís aquí?” La guerra civil está en pleno apogeo en Costa de Marfil cuando Félicité (Aïssa Maïga), una prima lejana que se exilia de emergencia con sus dos hijos pequeños y necesita un techo, llama a la puerta de la familia de Jo (Moussa Mansaly), en las afueras de París. El malestar es palpable, a pesar del ambiente de fiesta de cumpleaños. Para Jo, repartidor en la pequeña empresa del Colonel (Mamadou Minté), por quien ya pasó un tiempo en prisión, es el principio de un engranaje que lo hará pasar de buen samaritano a cómplice de unos criminales sin escrúpulos (“estamos aquí para hacer negocios”) que se mueven en las zonas grises creadas por la falta de medios de los poderes públicos. Estas carencias son encarnadas por la ex de Jo, Aurore (Ophélie Bau), una asistente social cuya buena voluntad choca contra la realidad de los alojamientos de emergencia (“no podemos ayudar a todo el mundo”, “¿quieres que me invente las plazas? Respeta el protocolo”).
Jo cree haber encontrado la solución y también un remedio a sus propios problemas (busca desesperadamente un apartamento para él y su hija de ocho años, que se queda dormida en clase y que todavía debe dormir en la cama de su padre —algo que llama la atención de los servicios sociales— porque el apartamento familiar está ocupado por una docena de personas, con colchones por todas partes). A través del Colonel, realoja a Félicité y a sus hijos, primero en una casa prefabricada abarrotada y luego en un antiguo matadero en desuso indicado por el cerebro de la red (Benoît Magimel). Todo el mundo está contento, los sintecho tienen un techo y espacio, Joe tiene un papel, gana dinero, pero se desencanta al descubrir la cara oscura de estos negocios…
El guion, escrito por Steve Achiepo y Romy Coccia Di Ferro, se desarrolla como un léxico: bajo la perspectiva del verdugo, mitad ingenuo mitad interesado, el universo de los comerciantes del sueño se desarrolla poco a poco. Un pequeño crimen organizado que anida en los intersticios abandonados por el Estado, una banalidad del mal que también se convierte en la de un personaje principal cegado por sí mismo. Con Le marchand de sable, Steve Achiepo firma un primer largometraje muy sólido, bien interpretado, simple y sin florituras, pero con un envoltorio sutil (Sébastien Goepfert en la dirección de fotografía y Amine Bouhafa en la música) y sobre todo afilado en la manera de tratar un tema social importante con una pátina de “acción” inspirada en el cine americano de los años 70.
Le marchand de sable ha sido producida por Barney Production y coproducida por France 2 Cinéma y por The Jokers (que la distribuirá en Francia). Orange Studio gestiona las ventas internacionales.
(Traducción del francés)
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