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BERLINALE 2023 Encounters

Crítica: White Plastic Sky

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- BERLINALE 2023: La espectacular cinta de animación postapocalíptica de Tibor Bánóczki y Sarolta Szabó trata importantes temas medioambientales y numerosas cuestiones éticas

Crítica: White Plastic Sky

Presentada en la competición Encounters de la Berlinale, el largometraje de animación postapocalíptico White Plastic Sky [+lee también:
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ficha de la película
]
, dirigido por el dúo de cineastas húngaros Tibor Bánóczki y Sarolta Szabó, es una película filosófica visualmente espectacular que trata algunos de los principales problemas medioambientales de la actualidad, así como cuestiones éticas atemporales. La presencia en festivales y plataformas de streaming está garantizada, y los distribuidores que puedan atraer al público adecuado deberían prestar atención, ya que este título está hecho para la gran pantalla.

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En el año 2123, la Tierra se ha convertido en un páramo desierto sin flora ni fauna. La población se concentra en ciudades dentro de cúpulas protectoras, como Budapest, donde se desarrolla la historia. Ante la ausencia de recursos naturales a excepción del agua, el ser humano es el mayor activo y se le permite vivir hasta los 50 años. Cuando alcanza esa edad, sus cuerpos se implantan en una semilla que los transformará en árboles en laboratorios especiales, como la Plantación, situada en lo que antes era el lago Balatón.

Nuestro protagonista es Stefan (Tamás Keresztes), un psiquiatra de 28 años cuya esposa, Nora (Zsófia Szamosi), solicita la “Implantación Voluntaria”, donando su cuerpo a la ciudad con tan solo 32 años. La sociedad considera esto como un acto egoísta, convirtiéndose en la fuente de uno de los muchos dilemas éticos de la película. Descubrimos que el matrimonio ha perdido un hijo y, aunque Stefan parece haberlo superado, su mujer no ha podido pasar página.

Stefan no está dispuesto a aceptarlo y, tras una secuencia en la que intervienen su hermano DJ y su amigo hacker, consigue infiltrarse en la Plantación, un complejo de alta seguridad, haciéndose pasar por el psiquiatra supervisor de la ciudad. La Plantación consiste en una serie de islas circulares cubiertas por una bóveda y ubicadas en el Balatón, donde el lago ha sido reemplazado por tierra agrietada de un color anaranjado, salpicada de barcos oxidados.

Una vez dentro, donde comprendemos la lógica de convertir a las personas en árboles, Stefan localiza a Doru (Judit Schell), una fitopatóloga con una relación ambigua con su hermano y una inclinación por experimentar consigo misma, que le ayuda a liberar a Nora a regañadientes. Doru los envía a un puesto científico oculto en las profundidades de los montes Tatras, donde el inventor del método de las semillas, el profesor Paulik (Géza D. Hegedűs), parece ser capaz de revertir el procedimiento de Nora mediante cirugía.

El último acto de la película es el segmento más estimulante, tanto a nivel intelectual como emocional. Llegados a este punto, la semilla de Nora se ha desarrollado hasta el punto de que la mujer se comunica mejor con las plantas que con los humanos. A través de su personaje, sentimos profundamente el provocador mensaje de la película: quizá lo más humano para el planeta sería librarse de los seres humanos. ¿Y si el único futuro posible para la humanidad pasase por una nueva forma híbrida transhumana?

A nivel técnico, la película es realmente espectacular, con sus vistas épicas y su meticulosa atención al detalle. Está realizada mediante una combinación de modelos 3D y rotoscopia manual, lo que le aporta un aire clásico, mientras que la estética general es disciplinada y muy moderna. En este sentido, uno de los aspectos cruciales es que se aleja conscientemente de un estilo de ciencia-ficción demasiado refinado, en el que el sobrio montaje de Judit Czakó y la variada banda sonora de Christopher White, empleada de forma tradicional, juegan un papel fundamental.

El único problema de la película podría ser nuestro nivel de implicación emocional en la historia de Stefan y Nora. En teoría, la rotoscopia debería reflejar fielmente las expresiones de los actores en la animación, pero, como en la mayoría de películas de este estilo, tenemos la sensación de que falta algo. Con todo, la relación de la pareja está muy bien desarrollada, y aunque la emoción no se traslade visualmente a la pantalla, resulta fácil llegar a ella a través de sus interacciones.

White Plastic Sky es una coproducción entre la húngara Salto Films y la eslovaca Artichoke. Films Boutique se encarga de los derechos internacionales.

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(Traducción del inglés)

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