Crítica: Adieu Sauvage
por Fabien Lemercier
- La hermosa ópera prima de Sergio Guataquira Sarmiento sobre la búsqueda iniciática de sus raíces indígenas se acaba convirtiendo en una inolvidable historia de amistad
“Desciendo de un pueblo que prácticamente ha desaparecido y lo que queda de él son unos cuantos nativos y otros tantos mestizos desperdigados por el mundo”. Tras llegar a Europa con 19 años y vivir desde hace varios en Bruselas, el colombiano Sergio Guataquira Sarmiento lleva consigo en lo más profundo de sí mismo una percepción compleja de su propia identidad, ya que no es tan solo un exiliado, sino, sobre todo, un indígena, y “ser indígena en Colombia es una carga, una vergüenza, así que nos suprimimos y occidentalizamos”. Cuando el cineasta se entera de los estragos que ha causado una epidemia de suicidios por ahorcamiento de jóvenes indígenas en la jungla de su país natal, decide presentarse allí, movido por el deseo de investigar sobre los hechos, pero también el de desenmarañar los sentimientos confusos que le inspiran sus raíces. Este es el viaje que cuenta en Adieu Sauvage [+lee también:
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ficha de la película], su precioso primer largometraje (embellecido con un magnífico blanco y negro), que compitió y tuvo su estreno mundial en la 45ª edición del Cinéma du réel.
Tras desembarcar en Mitú, al sureste de Colombia, en la frontera de Brasil y a orillas del río Vaupés, el cineasta comienza su investigación un poco a ciegas (“la mayoría de los suicidios están relacionados con la falta de amor. En esta región olvidada de todo y de todos, los blancos dicen que estos salvajes no son capaces de sentir nada”). Si bien su padre le repetía que era un “príncipe de la nobleza autóctona, el último representante de los Chibchas” (lo que no hacía más que empeorar el acoso que sufría en la escuela), nuestro director sabe que todos sus “ancestros eran unos borrachos” y su “abuelo conductor de autobús”, y sin embargo, no puede evitar sentirse como un turista, como “esos niños que hacen malabares entre dos mundos sin pertenecer realmente a ninguno de ellos”.
Pero tras conocer a Laureano Gallego López, un indígena Cauca de la comunidad de los Guacara, este le abre las puertas de la jungla invitándolo a su comunidad. Es ahí donde, en canoa, emprende su búsqueda iniciática, una auténtica aventura humana en la que descubrirá progresivamente quién es (así como sus límites) y, sobre todo, quienes son los indígenas, sus creencias (la fe en los poderes de la naturaleza, la montaña sagrada, etc.) erosionadas por el tiempo y la civilización, su duro y desvalido día a día (“un indígena caza, un indígena pesca, un indígena se desenvuelve”), y sus emociones secretas, a las que terminará abriéndose paso…
Magníficamente rodado por David García, que capta la esencia de los ricos paisajes y esculpe cada rostro, y guiado por la voz en off de un realizador que no duda en reírse de sí mismo, Adieu Sauvage dibuja una exploración etnográfica muy personal donde la amistad que nace entre Laureano y el cineasta da paso a la comprensión de una cultura y rinde un emotivo homenaje a este pueblo olvidado que “se asfixia por no querer expresar nada”. Una mezcla excelente de nostalgia y amor que crea un puente entre dos mundos y que marca un debut muy logrado en este largometraje.
Adieu Sauvage ha sido producida por la belga Fox the Fox Productions y la empresa francesa Grand Angle Productions, y coproducida por Belga Productions, VOO y Be tv.
(Traducción del francés por Nuria Olivas Valera)
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