Crítica: Fauna
por Muriel Del Don
- El segundo largometraje de Pau Faus nos lleva a un mundo en donde los seres humanos intentan sobrevivir como pueden a las crisis tanto personales como globales

El artista, cineasta, arquitecto y activista Pau Faus, que nació y creció en Barcelona, se dio a conocer al público y a la crítica gracias a su mediometraje Sí se puede. Siete días en PAH Barcelona y a su ópera prima, Alcaldesa, con la que se llevó el Gaudí al mejor documental. Siete años después, Pau Faus ha decidido brindarnos con Fauna [+lee también:
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ficha de la película], su largometraje poético más reciente, que se estrenará a nivel mundial en la competición internacional de Visions du Réel.
A través del foco que pone en el trabajo ancestral de un pastor al que le gustaría salvar su profesión y en un centro de investigación médica basado en la experimentación animal que parece totalmente aislado del mundo, tal y como un barco fantasma, Fauna nos lleva a reflexionar sobre el antropocentrismo que impregna nuestra sociedad. Mediante su mirada visionaria y polifacética, Pau Faus nos invita a seguirlo hasta los recovecos de una humanidad que, debido a la pandemia del Covid, y a otras muchas cosas, parece haber perdido la fe en su propio poder dominante.
Privados de muchos recursos vitales y presos de la incertidumbre y de una paranoia que se les va de las manos, los protagonistas de Fauna buscan respuestas a preguntas que van más allá de su conocimiento. Planteada como un cuento pastoral de ensueño, la película critica la era del Antropoceno, confrontándola con su propia fragilidad y con una realidad que se nos ha ido de las manos. La naturaleza parece tener la intención de rebelarse contra el excesivo control de la humanidad a través de una especie de revolución silenciosa que avanza con inquietante determinación.
La película muestra las dos caras opuestas del mundo actual: la ancestral basada en una estrecha relación con la naturaleza, y la extremadamente sanitizada y estructurada en la que la naturaleza solo se puede observar a través del cristal de una ventana. Queda patente el contraste entre el pastor que padece una dolorosa enfermedad de las articulaciones y asiste impotente al declive de su profesión, y los científicos que miran hacia el futuro, volcados en la investigación de una vacuna contra el Covid. En definitiva, Fauna nos transporta a un mundo antiguo y de ciencia ficción al mismo tiempo, un mundo paradójico, en cierto modo, donde las especies a menudo luchan por comunicarse.
La escena inicial de la película en la que una cabrita cae dentro de una pequeña zanja de la que no puede salir resulta especialmente representativa de esta insólita relación entre tradición y modernidad. A pesar de encontrarse rodeada de naturaleza y en un hábitat familiar, la cabra se siente prisionera, incapaz de enfrentarse a un peligro que no había tomado en consideración. En una escena paralela, se muestra la vida cotidiana de un laboratorio médico en el que los rituales que se llevan a cabo ya no son ancestrales, sino científicos: el acto de llevar puestos equipos de protección completos, de pesar componentes químicos o de meter a los sujetos de prueba dentro de sus jaulas. En estos laboratorios, los animales se utilizan como herramientas para el conocimiento científico y se emplean para llevar a cabo el paso obligado de la teoría a la práctica. Con un encuadre preciso, casi pictórico o arquitectónico, y un montaje deliciosamente sugerente, Fauna construye un puente entre dos mundos que nunca antes habían entrado coexistido, de manera que, por momentos, las especies parecen colisionar, dando lugar a una explosión de la que nadie saldrá indemne.
Fauna ha sido producida por Nanouk Films, con la participación de Televisió de Catalunya. Las ventas internacionales corren a cargo de Taskovski Films, cuya sede se encuentra en Londres.
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