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Crítica: The Homes We Carry

por 

- El primer largometraje documental de Brenda Akele Jorde es un impresionante relato de una historia poco conocida que aún así trata el tema de la identidad de una forma muy accesible

Crítica: The Homes We Carry

El título del primer largometraje documental de la directora afroalemana Brenda Akele Jorde, The Homes We Carry [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
, que se proyecta en Hot Docs como parte del programa Changing Face of Europe de la European Film Promotion, se manifiesta de manera literal en la escena inicial: la cámara sigue a un hombre que lleva la bandera de la antigua República Democrática Alemana por las calles de Maputo, la capital de Mozambique.

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Antes de la caída del Muro de Berlín, la RDA y Mozambique tenían un acuerdo por el que se enviaba a trabajadores mozambiqueños al país socialista europeo con el fin de que trabajaran y recibieran formación allí. Tras la reunificación de Alemania, el nuevo país dejó de contar con ellos y los envió de vuelta a su país de origen sin ni siquiera acabar de pagarles sus salarios. Por si fuera poco, los conocimientos que habían adquirido resultaban inútiles, pues trabajaban con tecnologías que nunca llegaron a Mozambique. El hombre que vemos en la escena inicial es una de estas personas, llamadas madgermanes, que protestan sin descanso todas las semanas, a pesar de que ninguno de los dos países reconozca sus reivindicaciones. Muchos de ellos formaron familias en Alemania, y ahora se ven sin ninguna posibilidad legal de regresar, por no hablar de los escasos medios económicos de los que disponen para poder hacerlo.

La heroína de la película es Sarah, hija de un mozambiqueño, Eulidio, y de una alemana, Ingrid. La forma en la que Jorde nos introduce por primera vez en esta historia poco conocida es a través de los recuerdos y fotos de Eulidio, así como de imágenes de archivo de la televisión. Ahora Eulidio —un emigrante permanente en busca de una vida mejor— trabaja en Sudáfrica, que desde un punto de vista económico constituye la Alemania de África.

Sarah tiene a su vez una hija, la pequeña Luana, con un mozambiqueño, Eduardo, así que decide llevar a la niña a África para que conozca a su abuelo y a su padre. Este último, que es bastante joven e inmaduro y se caracteriza por su sonrisa infantil y su energía ilimitada, tenía la intención de construir una casa y esperaba haberlo hecho antes de que llegaran Sarah y Luana, pero ni siquiera la ha empezado. Tal y como ella dejó claro, según Eduardo, ya no hay nada entre ambos, pero él parece muy volcado en su hija. La enorme disparidad de percepción, conciencia y madurez entre Sarah y Eduardo se verá a cada momento, por lo que, lógicamente, su relación va bien servida de tensión.

La película gira en torno al tema principal de la identidad. Sarah es perfectamente consciente de su ascendencia mixta, y recuerda cuando fue a Mozambique por primera vez, siendo solo una adolescente: “Fue la primera vez que me felicitaban por mi aspecto”, afirma, haciendo referencia a un tipo de aceptación que nunca antes había sentido en Alemania. Está enseñando a la joven Luana, que ya quiere ser blanca como su abuela, a estar orgullosa de ser blanca y negra a la vez. Mientras tanto, los hombres que hablan tanto portugués como alemán, muchos de los cuales nunca han llegado a conocer a sus hijos, se ven excluidos por ambos países: cuando volvieron a casa, fueron el blanco de compatriotas envidiosos que consideraban que habían tenido una ventaja injusta, lo que redujo sus posibilidades de encontrar trabajo.

Incluso aunque no se tuviera en cuenta que se trata de una película realizada por una estudiante —es un trabajo de máster que Jorde llevó a cabo en la Universidad de Cine Konrad Wolf de Babelsberg—, se seguiría pensando que The Homes We Carry constituye un documental impresionante con un tema oportuno y cercano, y se nota que su trasfondo se ha investigado y presentado de una forma excelente. Los tres personajes principales son interesantes y cercanos, especialmente Sarah, pero su historia y la de Eduardo en la película resultan algo menos atractivas y convincentes que la narrativa en sí. Probablemente se deba a la naturaleza de su complicada relación o, más bien, a su inherente falta de desarrollo.

Todas las aportaciones técnicas son extraordinarias, aunque cabe destacar la elegante banda sonora a capella por cortesía de la compositora Lenna Bahule, cuyo tono cambia sutilmente de registros emocionales a medida que avanza la película.

The Homes We Carry ha sido coproducida por la alemana Film Five y Universidad de Cine Konrad Wolf de Babelsberg.

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(Traducción del inglés)

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