Crítica: Name Me Lawand
por Vladan Petkovic
- El sensible e impresionista documental premiado en Hot Docs del británico Edward Lovelace nos sumerge en el mundo de un niño kurdo sordo
El cuarto largometraje documental del cineasta británico Edward Lovelace, Name Me Lawand [+lee también:
tráiler
ficha de la película], que acaba de estrenarse a nivel internacional en Hot Docs y se ha hecho con el premio especial del jurado (leer la noticia), es una obra conmovedora e impresionista que nos sumerge en el mundo del niño kurdo que da nombre a la película.
Lawand, que vivía con su familia en Irak y es completamente sordo, carecía de posibilidad alguna para comunicarse y recibir educación. Su familia no sabía comunicarse por lengua de signos y, en general, el apoyo a la comunidad sorda del país era prácticamente inexistente, así que se embarcaron en un viaje de varios meses cuando el niño tenía cinco años y acabaron en Derby, en el Reino Unido.
En cuanto se matricula en un colegio para sordos, Lawand empieza a aprender la lengua de signos británica (BSL) y progresa rápidamente: se entiende muy bien con los profesores, enseguida hace amigos y gana mucha confianza. Sin embargo, su madre y su padre se muestran reticentes a que aprenda la BSL por miedo a que eso le haga demasiado diferente de los demás, que es por lo que sufrió bullying en su anterior hogar. Preferirían que aprendiera a hablar en inglés, pero tanto a él como a su hermano mayor Rawa les resulta muy difícil aprender lo básico del idioma. Y justo cuando Lawand encuentra por fin un medio de expresarse y empieza a descubrir el mundo y a aprender sobre sí mismo, el Ministerio del Interior amenaza con deportarlos. Por otro lado, el documental también nos muestra un panorama social más amplio a través de las protestas en Londres en defensa de una ley que, de aprobarse, reconocería la BSL como lengua oficial.
Desde el impresionante montaje inicial y a lo largo de toda la película, Lovelace trata de mostrarnos el mundo tal y como Lawand lo percibe, aunque no literalmente, claro, porque eso significaría un constante silencio y sonidos apagados. Para ello se encomienda a Ed Downham, cuyo diseño de sonido sigue un enfoque visual en el que se “escucha” a la cámara de Ben Fordesman, que siempre está en movimiento, ya sea en mano o montada sobre un dolly, utilizando ángulos sesgados, primeros planos y planos detalle que transmiten el estado interior del protagonista. Además, se utiliza una relación de aspecto 16:9 para el punto de vista objetivo y de 4:3 para la perspectiva, las impresiones o los recuerdos de Lawand, que se ejecutan mediante elegantes recreaciones y con imágenes de archivo para las escenas que retratan Irak.
Por ejemplo, la parte en la que Lawand le cuenta a su sensible profesora Sophie, que le ayudó mucho en su proceso de abrirse, el viaje que tuvo que hacer con su familia, se convierte en una pesadilla de breves escenas en las que únicamente se muestran los habituales símbolos con los que se asocia la experiencia de un refugiado: chalecos salvavidas en embarcaciones temblorosas sobre mares agitados, carreteras llenas de polvo, tiendas de plástico y alambre de espino por todas partes. Mientras tanto, se introduce gradualmente el problema originado por el Ministerio del Interior, casi a modo de presagio de lo que se desvelará al final, al tiempo que nos enteramos de lo que significa para Lawand poder comunicarse. La lengua de signos no solo le ha aportado libertad, sino también una identidad, ya que antes de aprender la BSL, siempre necesitaba a alguien que le tradujera lo que decía.
La película nos muestra lo aislado y solo que se sentía el niño a través del leitmotiv de los diferentes mundos. En su voz en off, Rawa dice que este planeta no está hecho para su hermano y que le gustaría ir con él a otro lugar. Más tarde, Lawand participa en una obra escolar sobre el sistema solar.
Name Me Lawand es un torbellino de decorados impresionistas que se articulan en una serie de capítulos que abordan cada uno un aspecto determinado de la experiencia de Lawand y que, a su vez, se ven impulsados por la siempre presente banda sonora de Tom Hodge a base de piano e instrumentos de cuerda. La película adopta diferentes estados de ánimo —contemplativo, esperanzado, inspirador, lleno de suspense—, pero impera una atmósfera suave y casi cariñosa en todo momento.
Name Me Lawand ha sido producida por las británicas Pulse Films y Electric Shadow Company.
(Traducción del inglés)
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