Crítica: El reino animal
por Fabien Lemercier
- CANNES 2023: Thomas Cailley sale bien parado con su arriesgada mezcla entre fantástico y realidad actual, una película repleta tanto de suspense y como de parábolas a distinto nivel
"Estas mutaciones son un fenómeno reciente y complejo". Con su primer largometraje, Les Combattants [+lee también:
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entrevista: Thomas Cailley
ficha de la película], revelación de la Quincena de los Cineastas de 2014, el cineasta francés Thomas Cailley ya se atrevió a salirse del camino establecido, sumergiendo en las profundidades de un bosque a los portavoces de una joven generación preocupada por el futuro del planeta. En este caso, se ha vuelto a servir de este caldo de cultivo existencialista y ecologista en su nueva película, la trepidante El reino animal [+lee también:
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ficha de la película], que ha inaugurado el programa Un Certain Regard de la 76ª edición del Festival de Cannes.
Sin embargo, en esta ocasión, el listón se ha puesto mucho más alto, en un espacio poco frecuente en el cine francés y europeo, en la borrosa frontera entre fantasía y realismo. Se trata de una arriesgada zona de géneros híbridos que la película atraviesa con un dinamismo exquisito, a través de bosques frondosos y salvajes y con efectos especiales de primera categoría, por no mencionar una buena dosis de humor y una multitud de metáforas subyacentes para quienes no se conforman con un simple buen rato en el cine.
¿Criaturas? ¿Monstruos? ¿Bichos? Definir a un ser humano se ha vuelto mucho más difícil en los últimos dos años en todo el mundo, especialmente para François (Romain Duris) y su hijo Émile (Paul Kircher), de 16 años. De hecho, mientras que absolutamente nada más ha cambiado en la sociedad en lo que respecta a nuestra vida cotidiana actual, se están produciendo una serie de mutaciones que transforman a los seres humanos en animales, y eso no acaba de transmitirles confianza. Y Lana, la mujer de François y madre de Émile, se ha convertido en uno de estos híbridos, por lo que se encuentra encerrada y medicada y está a punto de ser trasladada, junto con otros desafortunados compañeros, a un centro del sur de Francia, en el corazón del Parque Natural Regional de las Landas de Gascuña. Arrastrando a su hijo adolescente, al que no le motiva la idea porque está más interesado en las preocupaciones habituales de su edad, François sigue la pista a los mutantes y se desplaza hasta allí. Pero cuando llegan, se produce un accidente, los mutantes escapan y el padre cocinero y su hijo adolescente se ven envueltos en una serie de aventuras totalmente imprevisibles que pondrán en entredicho su relación...
"¿Esto es la guerra o no?" En un frondoso bosque plagado de arroyos y lagunas, una tierra repleta de sonido y verdor que las patrullas militares tratan de bloquear, son los temas clave de las diferencias y la libertad los que la película aborda sutilmente bajo una emocionante capa exterior de acción frenética y encuentros inesperados con seres alucinantes que vuelven gradualmente a su estado natural. Este tema central, que se desarrolla mediante la triangulación y los círculos concéntricos, se hace eco de la emancipación de los jóvenes de la sobreprotección extrema de sus mayores, así como de la toma de conciencia por parte de estos de la necesidad de convertir las palabras en acciones y de esforzarse por conseguir una convivencia pacífica entre seres que, a primera vista, no se parecen, pero que en realidad forman parte de un único mundo natural global.
Thomas Cailley consigue transmitir un mensaje de gran alcance en una película muy atractiva y técnicamente lograda que cumple sus elevadas ambiciones y que gustará a todos los públicos que sigan a sus dos empáticos actores principales, respaldados a la perfección por Adèle Exarchopoulos, Billie Blain y Tom Mercier. Al final, es un largometraje que está en perfecta sintonía con los versos de René Char, destilados en el comienzo mismo de la llamativa apertura de la película: "Lo que nace en este mundo sin perturbar no merece ni consideración ni paciencia".
El reino animal ha sido producida por Nord-Ouest Films y coproducida por France 2 Cinéma, por las belgas Artémis Productions y Shelter Prod, y por StudioCanal, que se encarga de las ventas internacionales.
(Traducción del francés)
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