24/05/2023 - CANNES 2023: Erwan Le Duc firma una película inventiva, muy dinámica y casi burlesca, que retrata un drama sentimental y social con ligereza y poesía

Mercedes Dassy y Nahuel Pérez-Biscayart en La fille de son père

"Tienes que tener los pies en el suelo, reflexionar sobre tu vida y adaptarte, como el resto de nosotros". Tras darse a conocer en la Quincena de los Cineastas de 2019 con su atípica ópera prima Perdrix [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Erwan Le Duc
ficha de la película], Erwan Le Duc ha regresado a la Croisette con La Fille de son père [+lee también:
tráiler
entrevista: Erwan Le Duc
ficha de la película], proyectada como película de clausura de la 62ª edición de la Semana de la Crítica del Festival de Cannes, una película a modo de intensificación o variación (según se mire) de su estilo, que se asemeja más bien al de Buster Keaton, Jacques Tati, Aki Kaurismäki o Elia Suleiman que a la habitual tradición naturalista francesa. Sus potentes inyecciones de ligereza y poesía dotan a esta trepidante película de unas cuantas secuencias francamente desternillantes, y todo ello sin tener que renunciar a la “seriedad” del tema: la relación osmótica entre un padre y una hija en plena encrucijada tras el abandono de la infancia y del nido familiar por parte de la joven.

"Al principio, Étienne (Nahuel Pérez-Biscayart) tiene 20 años y no tiene ni idea". Todo empieza a un ritmo frenético, con un revolucionario encuentro de amor a primera vista con una Valérie (Mercedes Dassy) que, de la noche a la mañana y sin previo aviso, decide abandonar su idílica vida y al hijo que engendró. Étienne, ahora entrenador de fútbol, ha criado él solo a una Rosa que ha pasado los primeros 17 años de su vida en una nube gracias a un padre con una energía y un entusiasmo desbordantes que dejó a un lado su propia vida para dedicarse en cuerpo y alma a su hija. Sin embargo, este estado de gracia parece estar llegando a su fin, pues Rosa (Céleste Brunnquell) ha sido aceptada en un curso de la escuela de arte Beaux-Arts de Metz, a cientos de kilómetros de distancia, y está a punto de abandonar la casa familiar que Étienne ha puesto en venta para poder mudarse a otro lugar con su novia Hélène (Maud Wyler). Para Rosa no será nada fácil alejarse de su padre, pero para él será mucho más difícil todavía, porque no solo peligra su puesto de trabajo tras la decisión del ayuntamiento de plantar árboles en el terreno que actualmente ocupa el campo de fútbol, sino que además ve a Valérie en la televisión durante un reportaje sobre el surf en Nazaré, Portugal. Y, como no podía ser de otra manera, resulta bastante chocante...

Erwan Le Duc, un cineasta que tiene claro cómo labrarse su propio espacio y que es especialmente hábil en lo que a contrastes inesperados y cómicos (incluida una escena de primera clase en la que se canta una nana) se refiere, sitúa su universo lúdico al filo de un mundo actual único y complejo al mismo tiempo, así como profundamente arraigado a las preocupaciones (sobre todo ecológicas) de su tiempo. Se trata de una obra cuyos diversos componentes se separan para crear un retrato original en el que la emoción se esconde tras cada intención. Paradójicamente, se crea de esta forma una distancia emocional con el espectador, ya que el talento del director para el contrapunto se convierte un poco demasiado en un sistema. Sin embargo, esto no nos impide que lo pasemos en grande al tiempo que seguimos la estela de los dos brillantes intérpretes principales de la película.

La Fille de son père ha sido producida por Domino Films, y las ventas internacionales corren a cargo de Playtime.

(Traducción del francés)