Crítica: Perfect Days
por Elena Lazic
- CANNES 2023: La película de ficción que ha traído Wim Wenders al festival es una delicada y astutamente melancólica oda a la búsqueda de la felicidad
Uno de los poderes más potentes que tiene el cine es el de hacernos ir más despacio y pararnos a valorar el simple hecho de estar vivos. El alcance limitado del fotograma y la capacidad de la película para alargar el tiempo pueden volver a llamar nuestra atención sobre las pequeñas cosas que están ahí mismo para que las disfrutemos y nos maravillemos, pero que es tan fácil ignorar en favor del trabajo, los planes de futuro o, más a menudo, todas y cada una de las formas en que la realidad no se corresponde con nuestras esperanzas y deseos. Wim Wenders es un cineasta muy versado en el cine de la nostalgia —París, Texas (1984) y El cielo sobre Berlín (1987) siguen siendo dos de sus ejemplos más evocadores—, y Perfect Days [+lee también:
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ficha de la película], que se proyecta en competición en la 76ª edición del Festival de Cannes, constituye una nueva aportación a este canon, si bien se trata de una relativamente menor.
Uno de los aspectos más originales de la película es su posición integrada en una realidad reconocible y extremadamente contemporánea, una en la que este tipo de reflexiones existenciales suelen ser poco comunes. Koji Yakusho (el apuesto protagonista de Cure, de Kiyoshi Kurosawa, entre otras muchas películas) interpreta a Hirayama, un hombre de mediana edad que trabaja limpiando retretes en Tokio. Hirayama no pierde detalle del mundo que le rodea, ni en su tiempo libre ni en el trabajo, y se fija siempre en sus bellezas, tanto en las inesperadas como las recurrentes. En perfecta armonía con su entorno, se despierta todos los días con el leve sonido de una vecina barriendo su porche, y sigue siempre la misma rutina matutina con un placer aparentemente invariable. Sin duda, ayuda el hecho de que los baños públicos de los que se encarga estén situados en zonas pintorescas y sean relativamente modernos: el más bonito tiene paredes transparentes que se vuelven opacas cuando se cierra la puerta. El director de fotografía Franz Lustig —que también rodó Anselm [+lee también:
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ficha de la película], de Wenders— consigue crear imágenes armoniosas y suaves de Tokio en un formato 4:3 intrínsecamente agradable, con una distancia focal corta que concede una profundidad palpable a los personajes y una atención especial a las numerosas texturas que encuentra Hirayama. Junto con el cuidadoso diseño de sonido de la película y la interpretación de Yakusho, esta estrategia visual crea una experiencia sensorial envolvente y absorbente que involucra todos los sentidos.
Este hechizo, no obstante, se rompe tristemente cada vez que Hirayama se sube a su furgoneta de trabajo, inmaculadamente cuidada y totalmente equipada, y reproduce una de sus cintas de casete, algo que ocurre muy a menudo en la película. No cabe duda de que todas las canciones son geniales, pero no es realista que los gustos de alguien sean tan insípidos y uniformes. A través de The Animals, Otis Redding o Patti Smith, la película se convierte en una gramola de canciones clásicas americanas de los años 60 y 70 que siguen haciendo que millones de personas se sientan felices de estar vivas, pero que difícilmente pueden constituir la idiosincrasia de un individuo. Wenders hace hincapié en el aspecto reconfortante de las canciones al hacerlas coincidir, en ocasiones, con los acontecimientos de la pantalla: el amanecer va acompañado de House of the Rising Sun, por ejemplo, y cuando suena Perfect Day de Lou Reed cerca del final, la utilización de este recurso parece tan inevitable como empalagosa.
El verdadero reto se plantea cuando la sobrina de Hirayama se presenta en la puerta de su casa —al fin y al cabo, Hirayama viene de alguna parte, y las relaciones familiares son las que más perduran en este implacable ciclo de acercamiento y abandono—. Niko (Arisa Nakano) dista mucho de ser una adolescente problemática y conecta de verdad con su tío, estableciendo vínculos con él por su música, e incluso sintiendo curiosidad por su trabajo. ¿Por qué no formó antes una parte más importante de su vida? ¿Qué lugar ocupa ella si los días de Hirayama solo pueden ser realmente perfectos cuando está solo? Wenders da rienda suelta a la reflexión de cada uno sobre esta cuestión, en una película en última instancia mucho más angustiosa y cruda de lo que parece en un principio. La canción de Lou Reed trata de un día con una amante, y la persona con la que más cerca está Hirayama de tener una vida amorosa es con la dueña de un restaurante (Sayuri Ishikawa) a la que conoce desde hace años, pero de cuya vida no sabe prácticamente nada, y él quiere que todo siga siendo así.
Perfect Days ha sido producida por las japonesas Master Mind LTD. y Spoon Inc., junto con la alemana Wenders Images. The Match Factory se encarga de las ventas internacionales.
(Traducción del inglés)
Galería de fotos 25/05/2023: Cannes 2023 - Perfect Days
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