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FRANCIA Bélgica

Crítica: La isla roja

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- Robin Campillo trata sutilmente el tema de la descolonización a través de una película sobre las miradas que suscita una familia y la presencia militar en Madagascar

Crítica: La isla roja
Nadia Tereszkiewicz y Quim Gutiérrez en La isla roja

"Queremos seguir siendo dignos de nuestros grandes mayores, tanto de los de Argelia como de los de Indochina y el Chad africano. Herederos de tanta gloria, nuestras banderas están cargadas de historia". Los versos de esta canción del 8º Regimiento de Paracaidistas de Infantería de Marina, introducidos de manera casi anecdótica en la película, son un claro reflejo del excelente retrato de la descolonización que pinta Robin Campillo (Eastern Boys [+lee también:
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, 120 pulsaciones por minuto [+lee también:
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) a través de multitud de pequeños toques sensoriales en su nuevo largometraje, La isla roja [+lee también:
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, que Memento Distribution estrenará mañana en los cines franceses. En lugar de abordar el tema de frente metiéndose de lleno en el Madagascar de principios de los años 70, una década después de la independencia de la isla, el director ha optado por recopilar retazos de memoria militar y personal, remendarlos y coserlos para crear una estructura original y refinada, con los ojos de un niño de ocho años como punto de partida, que observan sigilosamente su entorno y captan fragmentos de realidad con una sensibilidad acrecentada por la imaginación.

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"Acabas de aterrizar en el lugar más hermoso del mundo, la base 181, tierra de placeres, un auténtico pueblecito galo, una familia...". El suboficial Robert López (el español Quim Gutiérrez), su mujer Colette (Nadia Tereszkiewicz) y sus amigos los Guedj (Sophie Guillemin y David Serero) han preparado un almuerzo a la luz del sol para celebrar la llegada de Bernard (Hugues Delamarlière), que acaba de ser trasladado desde Francia. Se trata de una base de las fuerzas aéreas francesas en la que todos conviven en el propio recinto militar: está la piscina, el centro forense, la iglesia, el comedor de oficiales, la escuela, la playa y la selva circundante. Se trata de una vida soñada en un pequeño paraíso terrenal que parece aislado del mundo, cuyos “habitantes” se invitan unos a otros a matar el tiempo juntos y a bailar hasta terminar acalorados. Sin embargo, empiezan a aparecer ciertas grietas subterráneas en este terreno paradisíaco, provocadas por las parejas y por una nostalgia crepuscular del dominio colonial, y Thomas (Charlie Vauselle), el menor de los tres hijos del suboficial López, es el primero en captar estas pequeñas fisuras. Nada le gusta más que esconderse (debajo de la mesa, en una caja, entre las plantas) y espiar a los adultos ("observando los momentos en que crees que estás solo o en que no te gustaría que te estuvieran viendo"), entrelazando sus percepciones con su imaginación alimentada por la lectura de los libros de Fantômette. En este lugar, todo es mucho más complejo de lo que parece...

A través de la elaboración de una película muy sofisticada que trabaja sobre lo inconfesable, Robin Campillo teje un relato con dos caras y dos ecos, de manera que saca poco a poco a la luz el retrato de una pareja que se resquebraja, una imagen muy precisa de la indolente vida cotidiana de los expatriados en su burbuja de felicidad, una destilación de la atmósfera —a caballo entre la nostalgia y la geoestrategia— de la presencia militar francesa poscolonial. Con una gran cantidad de detalles sugerentes, y bellamente arropada por la fotografía de Jeanne Lapoirie y la música de Arnaud Rebotini, la película recrea a la perfección la atmósfera edulcorada y envolvente del paraíso perdido de los colonialistas franceses, pero también la de una infancia cuya conciencia va despertando a las ambigüedades de un mundo que es mucho menos simple e idílico de lo que parece. Un mundo de blancos cuyo punto de vista se invierte bruscamente en L’île rouge, de manera que se pone fin a una película muy audaz en su intención de inteligencia enmascarada y muy acertada en su aproximación a la percepción de lo imperceptible.

La isla roja ha sido producida por Les Films de Pierre y coproducida por France 3 Cinéma, Memento Films Production, DDC Madagascar, la belga Scope Pictures y Playtime, que se encarga de las ventas internacionales.

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(Traducción del francés)


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© 2023 Dario Caruso for Cineuropa - @studio.photo.dar, Dario Caruso

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