Crítica: Say God Bye
por Giorgia Del Don
- El director suizo Thomas Imbach peregrina hacia la búsqueda de su mito, Jean-Luc Godard, y el resultado es una road movie tan juguetona como profunda

Estrenada a nivel mundial en la competición Proxima del 57.º Festival de Karlovy Vary, la nueva película de Thomas Imbach, Say God Bye [+lee también:
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ficha de la película], constituye un homenaje al que muchos consideran el "dios del cine". Esta intención inicial del cineasta, no obstante, acaba traduciéndose en una película que se abre a múltiples reflexiones, no solo acerca de la propia carrera de Imbach, sino también acerca de su vida y de lo que el cine ha representado siempre para él. De este modo, Jean-Luc Godard se convierte en el eje en torno al cual gravitan historias paralelas entre las que se encuentra la de los libres y aventureros padres de Imbach o las historias fragmentadas de las personas con las que el cineasta se topa a lo largo de su viaje, por no hablar de la propia aventura que representa el viaje en sí y cómo no solo este influye en la dinámica del equipo, sino también —y sobre todo— cómo el cine influye en nuestra percepción del mundo.
En concreto, lo que Imbach se decide a hacer es una peregrinación en honor de su ya anciano mentor, una peregrinación que comienza en Zúrich, donde vive, y termina en Rolle, la ciudad suiza donde Godard reside desde hace ya muchos años. El deseo más profundo de Imbach consiste en convencer a Godard para que filme con él, un sueño que parece imposible hacer realidad, aunque ya sabemos que cuando se trata de Godard, todo puede suceder.
Say God Bye se convierte, por tanto, en una auténtica road movie cuyo ritmo está marcado por las distintas etapas del viaje documentadas a modo de diario mediante imágenes rodadas con un iPhone y en 35 mm. Como en una especie de vía crucis paródico, Imbach no oculta en ningún momento las dificultades que va encontrando en su camino: desde las inevitables ampollas en los pies hasta el dolor de espalda provocados por la pesada mochila que contiene la mayor parte del material para el rodaje de la película, un dolor que intenta aliviar gracias a los consejos de su director de sonido David Charap, alias Sancho Panza, que se transforma en un paciente monitor de fitness para la ocasión.
La historia actual del viaje, las imágenes que Imbach recopila de una Suiza tranquila y exuberante, se entrelazan con las de su vida pasada y con fragmentos de sus películas, que a su vez interactúan con fragmentos de películas de Godard y frases que se convierten en manifiestos. Todos los elementos del conjunto coexisten de forma inesperadamente armoniosa mediante referencias visuales, pero también auditivas, y una necesaria dosis de humor que relativiza la gravedad del peregrinaje.
Say God Bye es una verdadera reflexión sobre el cine, sobre la necesidad de capturar en imágenes una realidad fatalmente esquiva, efímera e infinitamente maleable. Sin embargo, no son solo las perlas de sabiduría de Godard las que nos guían en esta reflexión, sino también los testimonios anónimos de los lugareños con los que se encuentra el cineasta por el camino: desde entusiastas de los drones hasta observadores de aves y cineastas en ciernes como la persona que, con un entusiasmo ineludiblemente contenido, expone a Imbach las ventajas del gimbal. A todos nos gustaría poder captar un trozo de realidad, pero como diría Godard, no basta con lo visible, "si solo te ciñes a filmar lo visible, acabas haciendo un telefilme".
Cuando por fin Imbach llega ante la puerta de su mentor, la emoción del viaje y las innumerables preguntas que ansiaba formular parecen desvanecerse repentinamente para dar paso a la realidad de un anciano y a la emoción recatada de alguien que quizá se ha acercado demasiado al sol.
Say God Bye es una producción de Okofilm Productions.
(Traducción del italiano)
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