PELÍCULAS / CRÍTICAS Países Bajos
Crítica: Shabu
por Elena Lazic
- El retrato de Shamira Raphaëla de un energéntico joven de 14 años en el barrio de Róterdam De Peperklip es una explosión de diversión y una oda al verano y a la comunidad

Tener 14 años no es fácil, y el protagonista homónimo de Shabu [+lee también:
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ficha de la película], de Shamira Raphaëla, distribuida hoy en Reino Unido por T A P E, lo sabe bien. Al principio de la película, toda su familia lo riñe por haber estrellado el coche de su abuela, que se une al eco de desaprobación desde Surinam. Shabu tendrá que pasar el verano buscando la manera de conseguir los 1200€ necesarios para arreglar el coche.
Con Shabu como punto central durante toda la película, Raphaëla nos permite identificarnos con su perspectiva, e incluso los espectadores entrados ya en la edad adulta podrán ser capaces de sentir la profunda crueldad de su castigo. Pero otro aspecto importante de tener 14 años es divertirse, y en eso Shabu es un experto. La colorida cinematografía transmite la irreprensible alegría de vivir del joven, que se contagia a los personajes alrededor de él y a nosotros como audiencia. Shabu es un chico con don de gentes, y durante su intento temprano de conseguir dinero vendiendo helados de polo, se le ve más como una mascota del barrio que como un hombre de negocios. De hecho, su auténtica pasión es la música, y le dice a todo el mundo a su alrededor que un día será una gran estrella. Puede parecer descabellado, pero al final de la película creerle ya no es tan difícil.
La película, que se desarrolla en un agradable formato libre que replica la falta de definición de los cálidos días del verano, sí que tiene una estructura, cautivadoramente simple. La esperanza y el estado de ánimo de Shabu sube, baja y sube de nuevo en un adorable reflejo de los constantes cambios de humor propios de la adolescencia, en la cual pequeños obstáculos pueden parecer insuperables, y un mensaje de una chica puede poner tu vida completa patas arriba. Shabu y su mejor amigo, Jahnoa, pasan gran parte de su tiempo paseando por el barrio, pero también apoyándose mutuamente en tiernas escenas de conversaciones profundas. En una de las escenas, los dos amigos se encuentran en un ascensor donde tuvo lugar un tiroteo que pudo haber sido mortal. La sangre que cubre el suelo aún está fresca, y los dos se ven muy impactados. Lo que es una referencia a la violencia ocasional en el barrio, al ser vista desde los ojos de un niño, se vuelve incongruente con la idea que Shabu tiene del lugar. Los dos encantadores chicos, que hablan cándidamente sobre el mal trago que han pasado, parecen encontrarse a años luz de lo que ocurrió.
De hecho, Shabu tiene dificultades para mantener los pies en la tierra. No le interesa ninguno de los aburridos trabajos de verano que consigue, ya sea vender polos o trabajar en un supermercado, y tarde o temprano acaba aprovechando toda superficie que encuentra a su alcance para tocar la batería. El joven pasa mucho tiempo con el ordenador en casa de su abuela, trabajando en su música, probando sonidos y grabándose. Una cariñosa pariente es su mentora en el plano musical, pero también a nivel más general. Posee una gran sabiduría que Shabu se toma muy en serio. Es esencial en el desarrollo de la mayor idea del adolescente: organizar una fiesta enorme en el barrio en la la gente pague entrada, para conseguir el dinero.
Cuando está en modo negocio, Shabu es todo un deleite, actuando como un adulto al teléfono para pedir favores para la fiesta. Sin embargo, en línea con su forma de actuar como si todo fuera un juego, Shabu también adopta una postura más bien conservadora en torno a la relación entre el hombre y la mujer, tratando a su “mujer” Stephany de forma a veces contradictoria. Resulta adorable ver a los dos enamorados seguir un comportamiento tan de adulto, claramente reproduciendo dinámicas que han visto por en otra parte. Aún con todo, cuando Shabu afirma que tiene que elegir entre su “carrera” y su novia, el momento es simplemente triste. De todas formas, nos queda la esperanza de que también ahí puede que se distraiga y que se le olvide lo que dijo…
La producción de Shabu corre a cargo de Tangerine Tree (Países Bajos) y Diplodokus (Bélgica).
(Traducción del inglés por Josué Serra)
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