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NEW HORIZONS 2023

Crítica: Lipstick on the Glass

por 

- En su tercer largometraje, Kuba Czekaj defiende la igualdad utópica y profundiza en el tema del deseo queer a través de un estilo visual único

Crítica: Lipstick on the Glass
Agnieszka Podsiadlik y Stipe Erceg en Lipstick on the Glass

Por fin está aquí el ansiado tercer largometraje del director polaco Kuba Czekaj, cuyo título no puede ser más cautivador. De por sí, Lipstick on the Glass hace referencia a una imagen vívida, un primer plano si se quiere, la marca de una presencia sexualizada que ahora se ha convertido en ausencia. De hecho, es posible que vengan a la cabeza títulos como Occhiali neri [+lee también:
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, de Dario Argento, en la que el objeto al que hace referencia el título (las gafas) también aludía a un símbolo de la transformación de una mujer, y no es de extrañar: Czekaj debe mucho al género giallo por su complejo entramado de imágenes vívidas, y no tiene ningún problema en manifestarlo. Tras haber estrenado sus obras anteriores en la Berlinale y en Venecia, el director ha optado esta vez por proyectar su ambicioso nuevo proyecto en territorio nacional, y es que la película se presenta —y con razón— en la sección Midnight Madness de New Horizons.

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La película gira en torno al anhelo (aunque luego esta misma palabra se presente como algo abominable) y al deseo de cambiar: a la rebelde protagonista Emeryka (Agnieszka Podsiadlik) le espera un metafórico proceso de cambio de forma. Es esposa del machista Bogey (Stipe Erceg) y madre de una niña pequeña (Lili Lublinski), y ambas tienen expectativas poco realistas de sus respectivos papeles como mujeres al tiempo que constituyen poco menos que caricaturas del régimen patriarcal. Bogey es un ejemplo paradigmático: su sonrisa sórdida, sus tendencias violentas y el tatuaje en el pecho que dice "Testosterona" lo convierten en la pesadilla de cualquier mujer. Más interesante es la figura de la hija de la pareja, cuyas quejas opresivas apuntan a la propia idea intuitiva que Emeryka tiene de la maternidad. "He soñado que te cortaba las alas", dice la niña a modo de expresión de las ambivalencias de una feminidad en ciernes a una edad verdaderamente temprana.

Afortunadamente, llegan los refuerzos. Una oleada de activismo antipatriarcal y antinormativo, que se materializa en algo no muy distinto de una secta en la que las mujeres prescinden por completo de los hombres, le complica ligeramente las cosas a una Emeryka que se ha ganado su nueva libertad a pulso. Dejar atrás una vida de obediencia no es tarea fácil, y la película utiliza todas las herramientas a su alcance para crear una mezcla de terror y pastiche: cámara lenta, iluminación artificial, una banda sonora psicodélica e inquietantes superposiciones acompañan a la protagonista en su viaje al exterior de la vida familiar. Con la ayuda de un individuo andrógino llamado "El Algo" (una Lena Lauzemis extraordinariamente dura), Emeryka se propone descubrir las alegrías y las penas de la vida y la sexualidad queer como una forma masiva de protesta contra el yugo que ha caracterizado su vida cotidiana hasta ahora.

Lipstick on the Glass hace todo lo posible por conseguir ser una película queer: constituye un relato imaginativo y antidogmático que se reinventa a sí mismo a medida que avanza. En conjunto, consigue lo que se propone: el arsenal visual de imágenes conmovedoras —a veces bellas, a veces grotescas— del que se sirve la coloca a la altura de las películas del mismo estilo que la preceden. En una escena en particular, el uso de superposiciones y transiciones lentas entre planos (con una mujer, un cuchillo y un rostro desfigurado, todo bañado en escarlata) roza la perfección en cuanto a su enfoque de la narración que subvierte el género. Sin embargo, el ritmo divinamente caótico de la película no compensa las debilidades de la trama. Una trama básica no es mala en sí misma, pero Czekaj parece insistir en tener una historia, giros y figuras narrativas convencionales por el camino, en lugar de dejar que el estado de ánimo de la película hable por sí solo. Podsiadlik y Lauzemis tienen una química tórrida, y habría bastado con su mera presencia para impulsar la película hacia el territorio de la pesadilla con estilo. La promesa de una utopía feminista es una mentira bien construida, y la película no lo esconde en lo que parece un final de lo más audaz que se niega a atar cabos sueltos. Esa valentía habría hecho maravillas en el resto de la película.

Lipstick on the Glass ha sido producida por la polaca Centrala FILM y la alemana INDI FILM. W-film Distribution se encarga del estreno en los territorios de habla alemana.

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(Traducción del inglés)

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