Crítica: Bones and Names
por Savina Petkova
- El debut como director de Fabian Stumm es una profunda reflexión sobre las relaciones y la cercanía entre personas

Bones and Names comienza como la historia de una pareja que mantiene una relación de larga duración en la escena artística de Berlín. Boris (el actor reconvertido en director Fabian Stumm) es un actor que acaba de ser contratado para un drama sobre una relación, y Jonathan (Knut Berger, el hombre de voz dulce) es un escritor que prepara su próximo libro. Para ambos artistas, hay un elemento de autobiografía en el trabajo que hacen, y la mezcla de realidad y ficción en sus respectivas profesiones resulta inevitable. Sin embargo, más que encontrarse, parece que lo que realmente hacen es entrecruzarse a través de este tipo de proximidad artística. Jonathan redefine su enfoque de la escritura en un manuscrito secreto sobre una pareja en la que uno de los miembros se dedica a la interpretación y el otro a la escritura, y todo ello al tiempo que Boris se mete de lleno en el papel cinematográfico para el que está ensayando. Las relaciones son táctiles y se cuecen a fuego lento desde dentro, pero cuando las frustraciones de la pareja salen a la luz, el espectador se ve sumergido en una oleada de ternura hacia los imperfectos seres humanos de la pantalla. Aunque la película ya se estrenó en la Berlinale, el hecho de que constituya una de las proyecciones de la sección Discoveries de New Horizons dice mucho de su riqueza temática y estética: la sutil acumulación de picos emocionales de la película hace que valga la pena verla más de una vez.
Lo que queda claro en esta ópera prima es que el actor de cine y teatro Stumm tiene el control de su película, pero sabe que no ha de acapararlo todo. Una de las cosas que hacen de las secuencias de ensayo un lugar de descubrimiento compartido es su talento para encontrar el ritmo adecuado y para apartarse cuando es necesario. Hacer que la película (para la que han contratado a Boris) dentro de la película sea un proyecto dirigido por una mujer da paso a una perspectiva distanciada que refleja la suya de un modo curioso, sin que parezca un simple intercambio de géneros. Los momentos en los que la directora francesa Jeanne (Marie-Lou Sellem) se muestra exigente con sus actores nos permiten hacernos una idea de su temperamento y disposición personal hacia el tema: las consecuencias negativas de un matrimonio heterosexual y el florecimiento de una relación homosexual.
Stumm es un director que hace películas con delicadeza, pero su visión artística es lo bastante asertiva como para no disiparse —el contemplativo trabajo de cámara de Michael Bennett complementa los múltiples episodios que componen el mosaico de argumentos del largometraje—. Josie (Alma Meyer-Prescott), de nueve años, sobrina de Jonathan, no hace más que meterse en líos: roba champú, engaña a un chico mayor… Y esta actitud tan rebelde se refleja de algún modo en la tranquilidad y serenidad de los adultos. De este modo, Bones and Names es lúdica y graciosa, de manera que nos recuerda, como espectadores, las muchas maneras en que a menudo nos tomamos a nosotros mismos demasiado en serio.
Hay una escena que capta la potencia emocional de la película en su totalidad y que, con razón, queda relegada a la sala de ensayos. En ella, se ve en pantalla cómo Jeanne anima a Boris a ponerse en fila, entre su mujer y su novio, y procede a interrogar a los tres, uno tras otro, sobre lo que sienten en semejante disposición horizontal. El uso del bloqueo para configurar a los actores en una habitación anodina es casi teatral, pero los lentos movimientos de cámara extraen una energía cinematográfica particular de una escena que se escribe como improvisada (ya que es un ensayo ficticio de un guion sobre el desamor personal), pero que, al final, es un universo propio montado con maestría. Sin duda, el futuro de Stumm como cineasta, un futuro finamente sintonizado con las sensualidades y carencias humanas, no es menos prometedor que su presente como actor.
Bones and Names es una producción de la alemana Postofilm, y las ventas internacionales corren a cargo de Salzgeber & Co. Medien.
(Traducción del inglés)
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