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LOCARNO 2023 Piazza Grande

Crítica: La bella estate

por 

- Ambientada justo antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, la última película de Laura Luchetti cuenta un relato iniciático, pero no logra transmitir emoción

Crítica: La bella estate
Yile Yara Vianello (izquierda) y Deva Cassel en La bella estate

Estrenada en la sección Piazza Grande del Festival de Locarno de este año, La bella estate [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
, la nueva película de Laura Luchetti, se limita a narrar una historia en lugar de hacerla sentir al público —lo cual es una pena, teniendo en cuenta que la época y el lugar en que está ambientada la obra podrían haber constituido perfectamente una ventana absorbente a un mundo desaparecido—. Basada en la novela homónima del escritor italiano Cesare Pavese, la película gira en torno a Ginia (Yile Yara Vianello), una joven que trabaja como costurera en la Turín de 1938. Viene de vivir en el campo con su hermano Severino (Nicolas Maupas), un aspirante a escritor que culpa a la ciudad de su reciente falta de inspiración. La soledad y melancolía propias de un chico de campo que se siente perdido en un entorno moderno resultan de lo más originales y evocadoras, en parte gracias a la discreta pero sentida interpretación de Maupas. Sin embargo, la directora decide decantarse por el convencional tema de las aventuras propias del paso a la adultez para esta película, por lo que se centra en Ginia, un personaje guiado por la curiosidad y la ingenuidad, que contrastan con la angustia y la confusión que marcan el camino de Severino.

Aunque el viaje de Ginia no está para nada exento de decepciones, es la inquietud ante las nuevas experiencias lo que Luchetti prioriza y se esfuerza por transmitir en todo momento. Todo empieza con Amelia (Deva Cassel), una morena un poco más mayor que Ginia a la que la protagonista ve por primera vez saliendo de un lago con la ropa interior blanca pegada a su figura. Ginia parece intrigada (gran parte de la película muestra las caras que Vianello pone a modo de reacción a las cosas que ve), pero todos los chicos que se quedan embobados con Amelia no tardan en avergonzarla por mostrar su cuerpo. Algunos de estos chicos son amigos y/o amantes de Amelia, una posición delicada que Luchetti muestra hábilmente como una de las muchas facetas del machismo de la época, la cual consistía en que los hombres se sentían con derecho a amar y odiar a las mujeres a su antojo. En casa o con amigos, Ginia siempre se encuentra rodeada de hombres que menosprecian a las mujeres a base de criticar sus emociones, su forma de vestir y su comportamiento. Esta atmósfera, y la forma que las mujeres tienen de enfrentarse a ella al comportarse tanto de forma tímida (Ginia) como promiscua (Amelia), constituye el aspecto más logrado de la película, que se adentra con firmeza en el pasado y resiste el impulso de adaptar su historia a las sensibilidades modernas.

De ahí en adelante, no obstante, se refleja la cambiante relación de las mujeres y el modo en que la bella desconocida influye en el proceso de desarrollo de la madurez de Ginia —a un nivel más intelectual que sensual—. Esto supone un problema en una historia sobre una joven que encuentra su lugar en una nueva ciudad al descubrir su sexualidad tras haberse dejado llevar por sus deseos, aunque estos vayan en contra de lo que su clase social y la gente que la rodea espera de ella. Cuando Amelia invita a Ginia a una fiesta con sus amigos pintores, da la sensación de que se trata más de un artificio de la trama que de un acontecimiento orgánico. Gran parte de esta ambigüedad se resuelve con la actuación de Vianello, que interpreta a Ginia como una persona con demasiadas ganas de dejar atrás su educación entre algodones —y perder la virginidad— como para guardar rencor durante mucho tiempo.

Sin embargo, la propia película parece dar lugar a confusión al respecto, pues no aporta ninguna perspectiva sobre lo que Ginia va experimentando y se limita a seguirla por esos dos caminos paralelos. La perspectiva sobre la época en la que la película está ambientada es igualmente inexistente, con atisbos de los camisas negras que proporcionan poco más que un trasfondo histórico. Y es una pena, ya que el hermoso vestuario de Maria Cristina La Parola y el convincente diseño de producción de Giancarlo Muselli sientan las bases de una película mucho más vívida.

La bella estate ha sido producida por las italianas Kino Produzioni, RAI Cinema y 9.99 Films. Las ventas internacionales corren a cargo de True Colours.

(Traducción del inglés)

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