Crítica: Bosnian Pot
- Pavo Marinković firma una historia cálida y reconfortante sobre un escritor fracasado que intenta permanecer en el país al que llegó como un refugiado hace décadas

La “olla bosnia” es el plato tradicional de los mineros bosnios, que se prepara de una forma particular: cada uno de los trabajadores trae de su casa verduras, y con suerte, algo de carne, para luego juntarlo todo en una única olla y cocinarlo al fuego. Bosnian Pot [+lee también:
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ficha de la película], la última película de Pavo Marinković, estrenada en la sección Open Air de Sarajevo, poco tiene que ver con la comida y con este plato en particular, pero emplea esta metáfora en su título para contar la historia de un peculiar refugiado de la guerra de Bosnia que no consiguió adaptarse al sistema de Austria, pero que hace todo lo que está en su mano para permanecer en el país cuando le retiran el permiso de residencia temporal.
Nuestro protagonista Faruk (Senad Bašić) es un escritor no muy exitoso que está viviendo en Graz tras haber huido de la guerra en Sarajevo. De vez en cuando da algunos recitales de poesía y tiene alguna que otra aparición en la radio local (el título viene del tema de un ensayo que escribió para una de ellas). Pasa la mayor parte de su tiempo libre en el centro para “trabajadores inmigrantes” situado en el restaurante de Stjepo (Goran Grgić), donde trabaja su amiguita Dragica (Bruna Bebić). Al ser demasiado culto para el ambiente por el que se movía, no lograba encajar del todo bien con los demás, sin embargo, la principal diferencia entre él y el resto es otra. Mientras que los demás tienen un punto de apoyo en sus dos países, Faruk no lo tiene en ninguno.
Los problemas comienzan a gestarse cuando le retiran el permiso de residencia por culpa de las estrictas y complejas normas de la administración austriaca, por lo que debe demostrar que está trabajando y contribuyendo a la sociedad para que le concedan uno nuevo. Para colmo, la radio cancela su programa y su amigo Sigi (Aleksandar Petrović) no puede hacer nada al respecto. Sin embargo, cuando Faruk conoce a una de las trabajadoras invitadas de Stjepo, Mujica (Admir Glamočak), que trabaja como conserje en el destartalado teatro municipal, dirigido por la productora y actriz Therese (Brigit Stöger), y a su inestable marido el director Manni (Andreas Kiendl), se le ocurre la idea de montar una obra de teatro que escribió antes de la guerra. Ambas partes saldrían ganando, así que contratan a los actores y los ensayos se ponen en marcha, pero ¿dará sus frutos el proyecto de un artista y un teatro fracasados?
Bosnian Pot es una aventura para todo el mundo que aborda numerosos temas de los que no se suele hablar, desde que los más cultos entre los refugiados tienen más problemas que el resto para encajar en la sociedad, hasta de la idea de que algunas guerras del pasado, junto con los refugiados que han arrastrado con ellas, quedan alejadas del foco mediático cuando las nuevas asoman la cabeza.Aunque, no es ni mucho menosuna aventura espectacular, la película se beneficia de su potente premisa sobre el viaje del protagonista hacia la autosuperación y de su evidente estructura en cuatro actos, así como de su cuidada ejecución a pesar de los pocos medios.
Senad Bašić interpreta al patético Faruk de una forma impecable, mientras que el resto del reparto de actores croatas, bosnios y austriacos interactúan con él, y Marinković guía a su elenco a través de la mezcla perfecta de comedia enternecedora y drama humano. La dirección de fotografía a cargo de Peter Roehsler capta la sobria realidad de Graz y sus alrededores, mientras que la música, compuesta por Ted Regklis y algunos éxitos ex yugoslavos, resalta el paisaje emocional de la película. Al fin y al cabo, Bosnian Pot es como una comida caliente y reconfortante.
Bosnian Pot es una coproducción entre Croacia, Austria y Bosnia y Herzegovina. Telefilm es la productora principal, mientras que las empresas Oktavijan Film Association y Nanook Film Wien coproducen la película.
(Traducción del inglés por Claudia López Coloma)
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