Crítica: Felicità
por Camillo De Marco
- VENECIA 2023: La actriz Micaela Ramazzotti demuestra que los temas que trata en el drama familiar con el que hace su debut en la dirección le son muy cercanos

Quién sabe si Micaela Ramazzotti se basó en las primeras líneas de Anna Karenina, de Tolstói ("Las familias felices son todas iguales; cada familia infeliz es infeliz a su manera. Todo estaba patas arriba en la casa de los Oblònskije"), a la hora de decantarse por Felicità [+lee también:
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ficha de la película] para el título de su primer largometraje como directora, que se ha presentado en la competición Orizzonti Extra de la 80.ª edición del Festival de Venecia. Más que patas arriba, la familia en torno a la que gira esta historia es una convencional que destruye todo a su paso, pero lo hace a su manera.
En su debut, Ramazzotti —una de las actrices más queridas del cine italiano de las dos últimas décadas, ganadora del David di Donatello en 2010 por La prima cosa bella [+lee también:
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ficha de la película]— interpreta el papel de Desirè, una mujer generosa y sensible con un trabajo permanente como maquilladora en platós de cine de los alrededores de Roma. Los guionistas —la propia directora, Isabella Cecchi y Alessandra Guidi— han aplicado a la protagonista la locución en latín "nomen omen", por lo que el personaje es deseado —pero no respetado— por todos y su reputación reciente está manchada por una serie de breves y furtivos encuentros sexuales en los camerinos de las producciones cinematográficas, una forma de hacerse aceptar que delata un profundo malestar y que le ha granjeado mala fama ("la llaman la bicicleta porque todo el mundo se ha dado una vuelta en ella", dice un miembro del equipo, con poca elegancia). Su novio, un profesor universitario mucho mayor que ella (Sergio Rubini), es uno de los que la desean, pero se avergüenza de su ignorancia y le reprocha que siga dependiendo de sus padres.
El padre (Max Tortora) es un patético antiguo showman de televisión de tres al cuarto, un jubilado que sigue buscando empleo, alguien histriónico, manipulador, hipócrita, más retrógrado que reaccionario y tan explícitamente racista que parece exagerado, y aun así está convencido de que es una "buena persona". Se trata de un hombre que encaja a la perfección en el perfil de gran parte de la población italiana —y europea—, hoy bien mimada por los gobiernos conservadores. Con el fin de crear un puesto de trabajo para el hijo menor, Claudio (el gran Matteo Olivetti), el padre compra un coche de lujo de alquiler con chófer, pero hace que sea Desirè la que firme la garantía, lo cual no tarda en ponerla en manos de usureros. Le arrebata sus últimos ahorros con la excusa inventada de que son para una operación de corazón.
Sin embargo, si Desirè es una persona ansiosa y llena de fobias, el joven Claudio lo es todavía más. Cuando trata de suicidarse mediante la ingesta de las benzodiacepinas que toma su madre (Anna Galiena) por prescripción médica, es su hermana la que le salva y le lleva al hospital, donde le diagnostican un trastorno ciclotímico que sus padres se niegan a reconocer. Tanto es así que, cuando el chico vuelve a casa, su madre le quita el tratamiento que le han asignado los médicos y le administra el suyo propio, de manera que lo convierte en un verdadero zombi inerte. Cuando su novio le revela una terrible verdad, Desirè regresa para ayudar a su hermano. La directora ha demostrado poseer una gran habilidad al ampliar la mirada y desplazar la atención del espectador también hacia la figura del hermano, tocando así un tema de carácter social como es la dificultad de encontrar un entorno seguro en el que un joven pueda vivir lejos de la trampa familiar. La escena de la pelea entre los dos hermanos que acaba con un abrazo, aunque torpe en su puesta en escena, resulta de lo más eficiente a la hora de expresar toda la ternura del amor fraternal. Ramazzotti demuestra que realmente cree en los distintos temas que pone sobre la mesa en su debut, y esta franqueza tapa muchas de las carencias de la película. La mano de todo un veterano como el director de fotografía Luca Bigazzi, así como el montaje preciso y dinámico de Jacopo Quadri, dotan a este amargo drama de una solidez bien lograda que llegará al corazón de un público más amplio que el que suele acudir a los festivales.
Felicità ha sido producida por Lotus Production con Rai Cinema.
(Traducción del italiano)
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