Crítica: Home Sweet Home
- En su primer largometraje, Annika Mayer contrasta grabaciones domésticas en Super-8 aparentemente idílicas con una terrorífica historia de abuso familiar

Las películas y los vídeos domésticos no mienten. ¿Por qué iban a hacerlo? Están filmados sin ninguna pretensión artística o cinematográfica, simplemente para registrar momentos de vida y felicidad en el círculo familiar. ¿O tal vez sí mienten? Lo cierto es que, con pretensiones artísticas o sin ellas, el cineasta aficionado selecciona lo que debe y lo que no debe filmarse. Por eso, aunque lo que vemos no sea más que la verdad, está claro que no es toda la verdad.
La montadora alemana Annika Mayer decidió utilizar películas caseras rodadas en Super-8 para su debut como directora. Home Sweet Home, que acaba de estrenarse en la competición nacional del DOK Leipzig, nos lleva tras las idílicas imágenes de la feliz vida de una familia en la Alemania Occidental entre los años 50 y 70.
La familia que aparece en las grabaciones de Super-8, primero en blanco y negro y luego en color, no es una familia cualquiera. Los padres, Rolf y Rosa, son los abuelos de la cineasta. Su hijo mayor, Ernst, es su padre, mientras que el menor, Frank, es su tío. La felicidad y el idilio que disfrutan durante su tiempo libre, sus viajes a la playa o a la montaña y sus aventuras en el mar pueden parecer reales y muy acordes con el espíritu de la época en Alemania Occidental, que por aquel entonces experimentaba un auge económico tras la destrucción de la guerra; sin embargo, hay algo extraño en uno de los rostros, cuya sonrisa tiende a parecerse más a un espasmo. Es la cara del abuelo Rolf.
Es la abuela Rosa la que nos cuenta la historia “detrás de las imágenes”, que no podría estar más lejos de la armonía que muestran las películas caseras. El relato que cuenta es terrorífico, ya que entraña terribles abusos domésticos en una sociedad que los ignora por completo. En primer lugar, Rolf es 13 años mayor que Rosa y procede de una familia acomodada. La mujer fue presionada por sus propios padres para que abandonara los estudios y no dejara pasar una gran oportunidad de matrimonio. En segundo lugar, él es un veterano de guerra que sirvió en la Wehrmacht como artillero, desde París hasta Crimea, por lo que probablemente sufría algún tipo de trastorno de estrés postraumático. Por último, no tenía reparos en mostrar sus problemas de temperamento, ni siquiera con sus padres. La violencia doméstica rara vez tiene una única causa, así que cuando se combinan un marco patriarcal, traumas más que probables y diversos problemas de personalidad, la cosa puede ponerse realmente fea. Las reacciones de Rolf eran impredecibles. Si a esto le sumamos el abuso del alcohol, la propensión al engaño y los problemas amorosos sin resolver, la situación pasó de las palizas habituales a comportamientos más concretos y amenazadores.
Trabajando con una cantidad limitada de material original (como es evidente por la repetición de algunos fotogramas a lo largo de la película, especialmente hacia el final), Mayer introduce entrevistas filmadas recientemente por su coproductor y colaborador habitual Jakob Krese, dando a Rosa más espacio para contar su historia. Hay un fuerte contraste entre lo que escuchamos y lo que vemos, algo lógico teniendo en cuenta el contexto de la situación. El montaje de la propia Mayer es metódico y rítmico, concentrando esta experiencia en una apropiada duración de 67 minutos. El otro héroe de la película es el compositor de la banda sonora y diseñador de sonido, Gaston Ibarroule. Su diseño sonoro añade otra dimensión al documental de una forma muy material, mientras que su música atonal y distorsionada parece comentar las imágenes. Al final, Home Sweet Home es cualquier cosa menos dulce, pero emerge como una fuerte llamada de atención.
Home Sweet Home es una producción de la alemana Majmun Films. Raina Film se encarga de la distribución.
(Traducción del inglés)
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