Crítica: The Last Taxi Driver
por David Katz
- El segundo largometraje de Stergios Paschos sigue a un peligroso conductor de taxi que resulta ser también aspirante a escritor

Al igual que muchas otras películas, The Last Taxi Driver trata principalmente de las diferencias entre generaciones. El personaje que da título a la película, Thomas (Kostas Koronaios), adopta un comportamiento sumamente arriesgado y alarmante, y sin embargo, podemos llegar a comprenderle, incluso a simpatizar con él en términos motivacionales, pues sentimos su anhelo de volver a ser joven y el potencial perdido por el que está de luto.
Al igual que Travis Bickle en el clásico de Scorsese, Thomas es el búho errante, cuyas espontaneas interacciones durante sus horas de trabajo lo conducen hacia obsesiones perjudiciales, quizás llevadas a un nivel superior cuando nos enteramos de sus sueños frustrados de convertirse en un gran escritor. Tras el estreno de su primer largometraje, Afterlov [+lee también:
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tráiler
entrevista: Stergios Paschos
ficha de la película], en Locarno, la segunda película del director griego Stergios Paschos ha sido proyectada en el Festival de Tesalónica, atrapándonos, contrariándonos y manteniéndonos atentos para poder ver cómo Thomas se rebajará la próxima vez.
El primer viaje en taxi de la película genera una secuencia con un tono surrealista con un muy buen montaje. Mientras conduce su viejo taxi a un ritmo inusualmente lento, con las calles igualmente desprovistas de tráfico, mantiene una buena conversación con un pasajero de mediana edad, como él, mientras se apiadan de los constantes problemas económicos del país y de la constante dependencia de sus hijos. Sin embargo, esto no es más que el preludio y la extremaunción autoadministrada del trágico disparo que el pasajero se pega al salir del taxi tras una discusión sobre la tarifa adecuada, que en retrospectiva parece un desgarrador desvío de su verdadera desesperación.
Thomas roba un buen fajo de billetes del maletín de cuero del hombre y deja que sea otro el que notifique el suicidio. De vuelta en la carretera, donde se han colocado flores en conmemoración, conoce a la hija de su pasajero, Eleni (Klelia Andriolatou). Al ser ella incapaz de aceptar esta muerte, los dos salen para realizar un velatorio improvisado, que termina con un encuentro sexual. Mientras Eleni mantiene una relación aparentemente estable con su novio Andreas (Ektoras Liatsos), Thomas sigue acercándose a ella, ya que la coincidencia de los últimos acontecimientos le aporta el sentido de la casualidad que hace posible una gran narración. De joven, imaginamos que antes de formar una familia, trabajó en la publicación de libros, tradujo y escribió algo de poesía. Este hombre confunde la sociopatía con la autorrealización.
La apuesta de Paschos por incomodar al público y hacer que el personaje principal sea tan desagradable tiene mérito, pero también es el responsable de un defecto que acaba por hundir su obra. Hay un límite entre encontrar a Thomas simplemente persistente y que los acontecimientos se alejen de la realidad, puesto que Eleni es mucho más indulgente con él de lo que cabría esperar; realmente, su comportamiento debería dar lugar a que se le ignorara sin piedad. Existe la posible explicación de que el cineasta buscara un alto tono de incomodidad y comedia social, pero parece una excusa forzada.
Un momento decisivo es cuando Thomas descubre por fin el lugar de trabajo de Eleni. Resulta que es redactora de una revista y trabaja en una enorme oficina, de esas donde los millennials dejan sus Macs en mesas comunes, en lugar de en sitios más aislados. Se puede sentir un vuelco en el corazón de Thomas, realmente uno de los personajes más espeluznantes del cine actual.
The Last Taxi Driver es una producción griega de Filmiki, quien también está a cargo de sus ventas internacionales.
(Traducción del inglés por Claudia López Coloma)
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