PELÍCULAS / CRÍTICAS España / Francia
Crítica: Remember My Name
por Júlia Olmo
- Elena Molina se acerca con humanidad a las historias de vida de un grupo de menores migrantes en su documental

Un grupo de niños y adolescentes (o ambas cosas a la vez) están a punto de salir al escenario para dar comienzo a una actuación musical en la que ellos serán los protagonistas. Esos mismos niños y adolescentes cruzan la valla de Melilla desde Marruecos. Estos momentos abren Remember My Name, el último largometraje documental de Elena Molina, estrenado en la pasada edición del Festival de Málaga –donde se alzó con la Biznaga de Plata Premio del Público– y que, tras pasar por el Centre Pompidou de París (dentro de sus sesiones especiales), ahora se proyecta en L’Alternativa – Festival de Cinema Independent de Barcelona.
El documental relata la realidad cotidiana durante cinco años de un grupo de menores migrantes en Melilla. Ihsen ingresa en un centro de acogida de monjas para chicas menores no acompañadas, donde también viven Asia, Mounia y Nuhaila. Hamza en breve cumplirá 18 años y tendrá que abandonar el centro de acogida para chicos donde vive. Todos ellos llegaron solos a la ciudad, pero allí también han encontrado otra suerte de familia: la compañía de danza NANA, con la que han sido seleccionados para participar en el programa de televisión Got Talent. A partir de ahí, la película cuenta las historias de adolescencia de este grupo de menores y el enfrentamiento a la adultez al cumplir los 18, el choque entre los mundos en los que viven, la dureza y la incertidumbre del futuro al que se tendrán que enfrentar, las relaciones entre ellos y la importancia de esos lazos en su educación sentimental.
Todo ello se narra con naturalidad, sencillez y sensibilidad, de forma realista, desde el punto de vista de una cámara amiga que se une al grupo de adolescentes protagonistas para reflejar sus realidades desde su lado, acercándose a ellos, acompañándolos en su cotidianidad y escuchándolos en sus conversaciones, desde en los ensayos de baile a cuando practican deporte, van a la playa o a la peluquería. Huyendo del sentimentalismo fácil al que podría darse con este tipo de historias, con humanidad, lejos de estereotipos y juicios fáciles (en ningún momento se culpabiliza ni estigmatiza a las familias de los menores), el documental ahonda así en la intimidad de sus protagonistas, en su mundo emocional, en sus preocupaciones, sus inquietudes, sus anhelos, sus sueños, en lo que son ahora, cómo han llegado hasta ahí, y en lo que desearían ser mañana, cómo se ven en un futuro. También es interesante cómo se utiliza el mundo de la danza para jugar con esa metáfora que da comienzo a la película, con el paralelismo entre entrar en el escenario y en la vida adulta al llegar a la mayoría de edad, y, de ese modo, hablar de los abismos a los que se enfrentan de diferentes formas: cuando llegan solos a un lugar desconocido tras cruzar la valla, el día que tienen que abandonar el centro y buscarse la vida fuera y los nervios antes de empezar un espectáculo lleno de gente y cámaras.
Remember My Name no es una película de unos menores no acompañados (los llamados “menas”), sino de las personas que hay detrás de esa colectividad. A través de las posibilidades que ofrece el documental, desde una mirada íntima, acercándose con humanidad a los personajes, a sus historias de vida, Elena Molina consigue darles presencia (que no voz, que ya la tienen), mostrar quiénes son, que cada uno de ellos tiene un nombre, que son alguien más allá del lugar común en el que se los clasifica.
Remember My Name es una producción de la española Boogaloo Films con la francesa Les Films d’Ici.
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