BLACK NIGHTS 2023 Competición películas bálticas
Crítica: The Brazen
por Līga Požarska
- Mientras Europa Occidental lucha contra las chinches, Aik Karapetian lleva al espectador a una mansión repleta de ellas junto a una familia de cuatro miembros

The Brazen, la película de terror psicológico y humor negro de Aik Karapetian, que se ha estrenado a nivel internacional en la competición de películas bálticas del Festival Black Nights de Tallin, gira en torno a la disección de las verdades más sucias de una familia con una reputación aparentemente impoluta.
La coreógrafa Helena (Marta Grase), su marido Rihards (Didzis Jonovs) y sus dos hijos regresan a la casa de su difunto padre, que trabajaba como entomólogo, para reformarla y habilitarla con el fin de que Helena pueda dar clases de danza allí. Mientras trabajan juntos y discuten sobre el color de las paredes y los muebles, descubren que la casa está infestada de insectos, lo cual abre —a su vez— otra caja de Pandora: el creciente resentimiento entre Helena y Rihards.
Los bichos van apareciendo de manera progresiva: las larvas se dan un festín con el cadáver de un jabalí, las termitas y los escarabajos se ocultan en telas y paredes, las macetas albergan múltiples escarabajos peloteros... La invasión afecta a cada miembro de la familia de forma diferente, de manera que deja al descubierto sus miedos y secretos más íntimos. Estos arcos psicológicos constituyen la base de una película en la que Helena se percibe como el personaje más auténtico y su hijo Ēriks (Gregors Laķis) encarna un tipo de resistencia solitaria.
Rihards, el dominante y testarudo cabeza de familia, ve la infestación como un problema. Al racional y recto profesor de psicoanálisis le inquietan las cosas que escapan a su control, por lo que adopta un enfoque lógico basado en aplicar insecticida e insistir en marcharse. Helena es más progresista, por lo que Karapetian concibió a la familia como una alegoría del conflicto ideológico entre conservadores y liberales. A pesar de la coherencia de la historia, el contraste entre ellos es tan marcado que hace que uno se pregunte cómo acabaron siendo pareja.
Los diálogos de Rihard son acartonados, lo cual no hace otra cosa que alimentar las dudas en torno al clásico problema de los diálogos poco naturales en el cine letón. Quizá se deba a que es la primera vez que Jonovs actúa en una película (en la vida real, trabaja como profesional de la salud psicológica). Con la excepción de Grase, el reparto está formado por actores no profesionales con perfiles que coinciden con los de sus personajes.
Lo que más afecta a Helena no son los insectos, sino el cuadro de un sol pagano que descubre al arrancar el papel pintado. A medida que su encaprichamiento con el sol se intensifica, también lo hace la repugnancia que siente hacia su despótico y tramposo marido. Las escenas en las que a Helena le dan brotes durante la cena y empieza a moverse espasmódicamente bajo el hechizo del sol resultan especialmente cautivadoras. Sin embargo, la secuencia más emocionante es la de las escaleras, en la que, por momentos, da la sensación de estar viendo a Regan en El exorcista en lugar de a Helena. La interpretación de Grase es expresiva e intuitiva, y sus reacciones son las más creíbles del largometraje.
Al introvertido adolescente Ēriks le fascinan los insectos. Se trata de un joven obsesionado con el existencialismo y todo lo francés que escenifica autorretratos suicidas y observa escarabajos y larvas al microscopio. Ēriks disfruta de la soledad, lo cual le permite maquillarse lejos de la mirada conservadora de Rihard. Mientras tanto, Maija (Rūta Liepiņa), una niña de seis años que pasa de lo más desapercibida, desempeña un papel importante a la hora de unir de nuevo a la familia. Ni las constantes discusiones de los padres ni los bichos metiéndose en sus orejas son capaces de hacer que pierda la inocencia y las ganas de jugar.
El director de fotografía Jurģis Kmins, el ingeniero de sonido Ernests Ansons, el compositor Ivars Arutyunyan y el escenógrafo Aldis Meinerts logran trabajar en armonía para acabar creando una obra de lo más "karapetiana". Los primeros planos detallados y naturalistas de los insectos contrastan con la lúgubre paleta de colores, mientras que la banda sonora orquestal y ligeramente ritualista refuerza la atmósfera de drama y misticismo de la película.
Con el zumbido de las plagas, los exteriores góticos y la espeluznante grandeza que desprende, la mansión parece sacada de La caída de la casa Usher. Sus paredes aíslan a la familia del mundo exterior, pero su estructura laberíntica los distancia a unos de otros. En este entorno tan asfixiante, cada preocupación mundana y cada nido de gusanos no hacen más que intensificar los tormentos interiores y precipitar cada vez más a la familia hacia su inminente perdición.
The Brazen es una producción de la letona Vino Films.
(Traducción del inglés)
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