22/11/2023 - El primer largometraje de la cineasta húngara Rozália Szeleczki es un relato al estilo de La bella durmiente, sobre una princesa embrujada tanto por un trauma infantil como por un gato negro

En una época en la que sobran las narraciones y todas las historias parecen haber sido ya contadas, uno de los pocos ases en la manga que les quedan a los cineastas noveles es el de utilizar nuevos medios de expresión para contar sus historias. Y eso es precisamente lo que Rozália Szeleczki hace en su fascinante primer largometraje, Cat Call [+lee también:
entrevista: Rozália Szeleczki
ficha de la película], que ha sido presentado en la competición de óperas primas del Festival Black Nights de Tallin. Szeleczki engaña seductoramente al espectador al hacerle creer —durante al menos la mitad del metraje— que la película trata únicamente de un amor desmedido por los animales que se explora a través de elementos de realismo mágico, cuando lo que realmente hace en última instancia es contar la recurrente y habitual historia del despertar romántico de una joven, desarrollar una narración a la que, dados los tiempos modernos que corren, no le puede faltar el toque freudiano.

Fáni (Franciska Törőcsik), una arquitecta de pelo oscuro y ojos saltones, es una chica excéntrica con un rico universo interior que falla más que una escopeta de feria a la hora de encontrar al hombre adecuado. Su soltería en un mundo de gente que no hace más que mirarse el ombligo se complica aún más por el particular detalle de que cada vez que siente mariposas en el estómago, no puede evitar imaginarse a su potencial pareja muerto y cubierto de sangre, lo cual constituye un eco de un trágico suceso que presenció de niña. Los únicos hombres con los que no tiene estas extrañas visiones son los tipos desesperados que le presenta su abuela y sus amigas cotillas a las que, como a todas las abuelas decentes de Europa del Este, les preocupa mucho que Fáni tenga ya 30 años y todavía no esté casada. El pequeño secreto de su imaginación, unido a su obsesión por restaurar un centro cultural abandonado de la época socialista y a la inquietante sombra de su misterioso padre fallecido, no hacen más que agravar su soledad y aislamiento. No es de extrañar, por tanto, que en lugar de enamorarse de su nuevo colega y vecino (Csaba Polgár), desarrolle afecto por su gato macho negro, que no solo le habla con voz humana, sino que tiende a percibir sus deseos más íntimos. Su relación con el animal no tarda en ir más allá del previsible amor entre una mujer y un gato...

Existen pocas estratagemas para conseguir que el espectador no pierda el interés en una historia tan inocente y absurda, tan ingenua que roza lo cursi y, por si fuera poco, previsible a más no poder. Cat Call, no obstante, logra mantenernos pegados a la pantalla y entretenernos al desplegar todas y cada una de estas escasas estrategias: un personaje principal adorable, una estética atractiva y colorista por cortesía del director de fotografía Kristóf M. Deák, giros inventivos y una extrañeza general que, lejos de alienar a los espectadores, hace que se sientan cómodos en todo momento, cada uno con sus peculiaridades. Sin sacar conclusiones morales, el guion de Szeleczki —coescrito con Zsófi Kemény— sugiere que no hay traumas insuperables y que incluso las almas más solitarias tienen cabida en este mundo. A caballo entre comedia romántica artística y cuento mágico moderno, Cat Call constituye también una metáfora del caos de las relaciones románticas actuales y de su permanente estatus de "es complicado". Todo ello da lugar a un contexto en el que hasta el más dulce de los finales felices suena irónico.

Cat Call ha sido producida por la húngara Lupa Pictures, y Fórum Hungary se encargará de la distribución de la película en Hungría. Las ventas internacionales corren a cargo de NFI World Sales - National Film Institute Hungary.

(Traducción del inglés)