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MÁRGENES 2023

Crítica: Zinzindurrunkarratz

por 

- Oskar Alegria escribe hiper sensible poesía con imágenes y, sobre todo, silencios en un diario filmado con un tomavistas mientras recorre, en compañía de un burro, caminos olvidados de su Navarra natal

Crítica: Zinzindurrunkarratz

Hasta el mismísimo Víctor Erice acudió ayer a la proyección en Cineteca Madrid, dentro de la sección competitiva Escáner del 13º Festival Márgenes, de Zinzindurrunkarratz, título complicado de memorizar del tercer largometraje de Oskar Alegria, cineasta que primero fue periodista, después director artístico del certamen pamplonés Punto de Vista (2013-2016) y ahora profesor y firmante de, con este, tres originalísimos, fascinantes y poéticos largometrajes: el que nos ocupa, La casa Emak Bakia (2012) y Zumiriki [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Oskar Alegría
ficha de la película
]
(2019).

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Sin en ese último film Alegria se fue a vivir a un bosque durante meses para retratar la soledad, la supervivencia con lo mínimo y la armonía del humano con la naturaleza, con su nuevo trabajo (que obtuvo el premio DOC España a Mejor Película en la última Seminci tras su estreno mundial en el Festival de Telluride) apuesta por la movilidad y construye una especie de road movie pero en lugar de un coche, va a pie sin más compañía de un simpático y empático burro llamado Paolo.

Con el animal, el cineasta recorre senderos cercanos al pueblo natal de su familia (en las montañas de Artazu, Navarra) para recuperar sonidos e imágenes de un pasado interrumpido o tintado por los vacíos de la frágil y fragmentada memoria. Y lo hace con una cámara de súper-8, la misma que su padre un día guardó cuidadosamente y con la que Alegria graba lo que encuentra en ese peregrinaje salpicado de encuentros, animales, vestigios históricos (y humanos) y emociones que le asaltan durante el trayecto.

Con su propia voz en off en forma de subtítulos (que el público ha de leer, no escuchar), el cineasta derrocha en esas líneas una poesía armónica con el paisaje y el escenario por donde Paolo y él van recogiendo unos cincuenta sonidos que completen los silencios de las películas filmadas con ese mismo tomavistas por sus familiares hace más de cuarenta años. Así, esta cinta se convierte en un diario de un viaje antropológico, recubierto de lirismo y con suficiente humor para no sucumbir nunca a la pretenciosidad ni a la pedantería, sino que, al contrario, se convierte en una travesía divertida, amena y bastante emocionante, que destila amor por el cine, los ancestros y la vida rural.

Además, en los acelerados tiempos actuales de saturación de imágenes y alta contaminación acústica (la propia proyección anoche estuvo adulterada por el sonido del teléfono móvil de algún maleducado e irrespetuoso espectador que no silenció su aparato), Zinzindurrunkarratz reivindica la lentitud de movimientos, la improvisación, la empatía con el entorno y, sobre todo, el silencio, ése que permite oír el viento y las voces de la naturaleza.

No en vano Zinzindurrunkarratz es una palabra construida con la pronunciación onomatopéyica en euskera de una brisa ligera (zinzin), una piedra que cae (durrundurrun) y una cumbre golpeada por un rayo (kurruzkarratz): título de una película única, originalísima, gozosa y encantadora sobre el duelo y la fragilidad de la memoria, que transporta al público a un tiempo silencioso y un lugar de pastores trashumantes, de compartir el pan y armonizar con el entorno.

Zinzindurrunkarratz es una película producida (a través de Emak Bakia Films) por el propio Oskar Alegria.

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