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IFFR 2024 Bright Future

Crítica: Natatorium

por 

- Un aire de amenaza sopla alrededor de la familia que centra el estiloso debut de Helena Stefánsdóttir

Crítica: Natatorium
Elin Petersdottir e Ilmur María Arnarsdóttir en Natatorium

Las familias son, como todo el mundo sabe, la tierra más fértil para el mal. La cercana y extendida proximidad entre miembros de desigual poder conduce a conflictos que, si no se tiene cuidado, pueden terminar tratándose y “resolviéndose” de perversas o siniestras maneras. Por esa misma razón, la unidad familiar es el lugar donde muchos encuentran el amor más profundo e indulgente. La película debut de Helena Stefánsdóttir, Natatorium, que se estrena en la sección Bright Future del IFFR de este año, descansa sobre un rico legado de películas de terror que han explorado esas dinámicas gemelas con gran efectividad, pero crea su propio tipo peculiar de ritmo.

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Comenzamos con una adolescente de 18 años, Lilja (Ilmur María Arnarsdóttir), que llega a la preciosa casa de diseño de su abuela Árora (Elin Petersdottir), con la esperanza de poder alojarse allí mientras se prepara para el examen de acceso de un prestigioso taller de arte escénico en una ciudad cercana. Ya en este punto, Stefánsdóttir y la directora de fotografía Kerttu Hakkarainen establecieron un tono y una tensión que iban y venían: Lisa, echando un vistazo por la casa con sus auriculares encendidos, salta cuando ve a su abuela acercándose, pero la sensación de amenaza se reduce de inmediato por el comportamiento completamente normal y casual de Áróra en ese momento. Una y otra vez, Lilja verá algo extraño (su abuela entrando en una piscina oscura en el sótano, por mencionar una imagen recurrente) antes de que la película pase inmediatamente a representar el afable vínculo que existe entre ella y todos sus familiares. Desde el principio se establece un paralelismo visual entre Lilja y su tío Kalli (Jónas Alfreð Birkisson), enfermo y postrado en cama por lo que parecen ser años, y cualquier mención que se hace de él en la mesa del comedor produce un breve pero perceptible escalofrío en la atmósfera. Aun así, cuando Lilja por fin lo conoce, interactúan como lo harían un tío y una sobrina normales, de manera amistosa, totalmente libre de toda incomodidad o aprensión. Asimismo, las interacciones de Lilja con su tía, Vala (Stefania Berndsen), abarcan desde intensas y escalofriantes conversaciones confesionales sobre la injusta demonización de las brujas, hasta una fiesta en la habitación de Lilja con borrachera incluida.

Esto crea un sentimiento extraño de suspensión, a través del cual el espectador puede, aun así, darle sentido a un misterio innegablemente macabro. Desde el principio, nos enseñan que el padre de Lilja, Magnús (Arnar Dan Kristjánsson), se niega categóricamente a dejar que su hija se quede en casa de su madre y Vala se alarma de manera parecida sobre la seguridad de su sobrina cuando llega a la casa de sus padres. Pero nadie parece ser capaz de alejar a Lilja, y aunque la intención que manifiesta el director es la de representar la insidiosa atracción de lo familiar, la falta de seguimiento de todos estos personajes, por lo demás muy preocupados, pronto se hace tediosa. La impresión que queda es más la de una cómoda narrativa que la de un efecto realizado con éxito; nos hablan del hipnótico poder de los abuelos y de su casa, en vez de hacernos sentirlo.

Además, este mecanismo les da a los espectadores mucho tiempo para reflexionar sobre lo que podría ser el secreto que une a esta familia, incluso aunque a veces parezca que los separa. Las pocas pistas que nos ofrecen nunca llegan a convertirse en algo totalmente coherente, más allá de la vaga idea de un ritual de sacrificio que Áróra, con cara de piedra, defiende como parte de una forma peculiar de religión. Aquí también parece que la vaguedad es la clave. Pero en vez de hacer que las inadaptadas estrategias de enfrentamiento de esta extraña familia parezcan más aterradoras, sus profundidades más incomprensibles y depravadas, esta opacidad es frustrante, y el dramático final in crescendo de la película se siente como una manera extrañamente mundana de terminar con lo que, de otro modo, era una propuesta más relajada y onírica.

Natatorium ha sido producida por Bjartsýn Films (Islandia), en coproducción con Tekele Productions (Finlandia) y Silver Screen (Islandia). Las ventas internacionales las gestiona la danesa LevelK, mientras que Sena distribuirá la película en los cines islandeses en marzo.

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(Traducción del inglés por Joanna Sánchez Moya)

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