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SUNDANCE 2024 Competición World Cinema Dramatic

Crítica: Sebastian

por 

- La compleja conexión entre la experiencia vivida y la palabra escrita centra el segundo largometraje de Mikko Makela, ambientado en Londres

Crítica: Sebastian
Ruaridh Mollica (izquierda) en Sebastian

¿Qué es peor para un artista: la falta de imaginación o de experiencia? El joven protagonista de Sebastian [+lee también:
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, el segundo largometraje del director finlandesbritánico afincado en Londres Mikko Makela, que ha tenido su estreno en la Competición World Cinema Dramatic de Sundance, parece sufrir ambas cosas. La primera vez que lo vemos, el joven (Ruaridh Mollica) está con un hombre mayor que le paga por mantener relaciones sexuales. Poco después, lo encontramos en el contexto definitivamente poco erótico de una reunión en una revista literaria. Max es un escritor que está trabajando en su primera novela, que se centra en un trabajador sexual y escritor llamado Sebastian, aunque nadie sabe que todas las situaciones descritas en el libro están directamente extraídas de su propia experiencia y no de entrevistas. No es un trabajador sexual que escribe un libro, sino un escritor que investiga el trabajo sexual para escribir su novela. 

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Esta premisa podría sugerir que Sebastian se convierte en una crítica cínica de las tendencias actuales en el mundo editorial: una preferencia por los relatos en primera persona de experiencias personales un tanto inusuales, idealmente traumáticas, y una exigencia de que los autores se desnuden por completo ante sus lectores. No obstante, aunque la película traza un retrato relativamente preciso de la escena literaria londinense, se muestra más interesada por el propio Max y sus convicciones sobre lo que debe hacer para triunfar.

Los diálogos precisos, interpretados con calma por el reparto, que adopta un estilo interpretativo un tanto rebuscado, parecen situar inicialmente la película lejos del realismo, en un mundo más estilizado y tenso que el nuestro, en el que el proyecto de Max sería simplemente una elección inteligente y pragmática. Sin embargo, esta fría realidad pronto empieza a parecer excesivamente simplificada y carente de interés, y sentimos cierto alivio cuando el plan de Max empieza a resquebrajarse. Después de que su editor se queje del carácter repetitivo de las aventuras de Sebastian, Max decide arriesgarse más con sus encuentros sexuales, pero las drogas que consume para mantenerse despierto durante una orgía que dura toda la noche le hacen perder una importante reunión al día siguiente, así como la oportunidad de entrevistar nada menos que a Bret Easton Ellis. Al autor de American Psycho le gusta provocar a lectores y críticos sugiriendo que las historias de perversión y violencia que describe de forma tan vívida en sus novelas podrían estar sacadas directamente de su propia experiencia (de hecho, hay vídeos y clips de audio de Ellis hablando de su obra durante gran parte de la película, mientras Max se prepara para su entrevista). Los extractos de la novela de Max sugieren que esta consiste básicamente en una serie de descripciones de lo que ha hecho con varios clientes. En cambio, y aunque se habla mucho de las tramas y los acontecimientos de las novelas de Ellis, su mayor legado es probablemente su estilo: el lenguaje banal se mezcla con una avalancha de descripciones extremadamente detalladas, transcribiendo un conflicto permanente entre la búsqueda de algo verdadero y de un bálsamo que ayude a anestesiar los golpes de la realidad. 

Hay ciertos indicios de que Makela intenta representar una dualidad similar en su película, lo que percibimos claramente en el contraste entre las escenas marcadamente físicas de sexo y los planos de Max tecleando silenciosamente sus informes en su portátil tras los encuentros con sus clientes. A medida que el joven escritor acaba enfrentándose a las consecuencias de su engaño y está a punto de perderlo todo, vislumbramos al afligido ser humano que se esconde tras el calculador escritor. Sin embargo, aunque la película construye un suspense magistral en torno al proyecto de Max a medida que este pierde el control, es difícil sentirse conmovido por su historia porque podemos imaginar cómo acabará. Mientras que muchas historias de fraude literario se centran en autores que mienten y engañan, Sebastian deja claro (quizá sin pretenderlo) que la honestidad no es solo la mejor política, sino también la mejor mercancía.

Sebastian es una producción de Bêtes Sauvages (Reino Unido), Helsinki Filmi Oy (Finlandia), Barry Crerar (Reino Unido) y Lemming Film Belgium (Bélgica).

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(Traducción del inglés)

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