Crítica: As noites ainda cheiram a pólvora
por Elena Lazic
- BERLINALE 2024: El híbrido entre ficción y documental de Inadelso Cossa es una inmersión sensorial en los recuerdos, silencios y traumas de la guerra civil en Mozambique

La devastación que trajo consigo la guerra no solo afecta a las poblaciones o a los espacios físicos destruidos en el momento de los hechos; sus efectos perduran en todo lo que sobrevive, de manera que alteran para siempre la atmósfera de un lugar, la dinámica de las personas —tanto consigo mismas como con otras personas—, el tejido mismo de una sociedad. A excepción de la referencia a unas pocas minas que quedan entre los arbustos, la guerra es prácticamente invisible en As noites ainda cheiram a pólvora, el segundo largometraje del director mozambiqueño Inadelso Cossa, que ha sido presentado en la sección Forum de la Berlinale. Sin embargo, sus ecos se sienten por todas partes, pues constituyen recordatorios ineludibles de lo que ocurrió, pero también de lo que podía haber sido.
La película, que comienza con imágenes anteriores a la guerra civil de Mozambique —que duró 1977 y 1992— es desde el principio una experiencia sensorial. Los sonidos y las imágenes atraviesan la piel y la mente, de manera que invitan al espectador a un modo abierto, sensible y atento de ver cine. Se trata de un estado mental acorde con las ideas y preocupaciones que Cossa hace explícitas a través de las conversaciones que mantiene con familiares de su pueblo natal, pero también con su operador de micrófono Moises (Moises Langa). Al aparecer él mismo en la película, en conversaciones con el miembro del equipo que obviamente están ensayadas y escenificadas, Cossa no difumina tanto la línea entre ficción y realidad, sino que subraya lo personal que es todo esto para él. El cineasta nos hace ver cómo —incluso detrás de la cámara— estos sentimientos, recuerdos y preguntas son cosas de las que no puede escapar. El hecho de que se trate de ficción no impide que se cuelen por todas partes.
El resultado no es otro que el de una película muy personal y evocadora que dispensa información histórica y factual de un modo orgánico con el que no se interrumpe el flujo de la experiencia sensorial, sino que se revela el origen de las tensiones ya comunicadas mediante una elección precisa de la cámara y el montaje. Las primeras secuencias rodadas en el pueblo por la noche, con solo el sonido de los insectos atravesando la profunda oscuridad, ya zumban con una sensación de anticipación, un miedo de baja intensidad, una cierta amargura imbuida por las elecciones de dirección del director, pero también quizás por la actitud de la abuela en las entrevistas —caracterizada por una mirada distante—, por sus vagos recuerdos, por las pocas palabras que elige para hablar de su marido. No es hasta más tarde que nos enteramos de que fue asesinado durante la guerra, pero de algún modo tenemos la sensación de que ya lo sabíamos. Cossa, en voz en off, relata los recuerdos de su infancia, cuando visitaba el pueblo durante las vacaciones, incluido un episodio especialmente evocador en el que su abuela le decía que los sonidos de los disparos eran simplemente fuegos artificiales. De vuelta en el pueblo —armado esta vez con su cámara y su micrófono—, el cineasta se enfrenta a esos fantasmas persistentes y a esas impresiones ominosas, y lo hace a través de preguntas directas a la anciana sobre su pasado y su familia. Otros aldeanos también se abren a él, revelando así una dinámica clave pero oculta tras el extraño ambiente local: algunas de las personas presentes son antiguos rebeldes que ahora viven en el mismo pueblo que sus víctimas. Cuando Cossa filma a uno de estos hombres y a su pareja, resulta imposible no ver —en la incapacidad de este desconocido para estarse quieto, en su parloteo casi constante y, más tarde, en su repentina y prolongada marcha de casa— los signos de una persona aún afectada por lo que puede haber visto y hecho.
A través de tomas sencillas y bellamente compuestas de viejas fotografías familiares colocadas entre la vegetación, Cossa recrea para el espectador la terrible sensación de verse perseguido para siempre por aquellos que no solo se han ido, sino que deberían estar aquí hoy entre nosotros. Nos da la oportunidad de comprender el dolor de preguntarse siempre lo diferente que podría haber sido un lugar, de imaginarse cómo sería si tus familiares, sus amigos y sus vecinos no estuvieran rotos por dentro.
As noites ainda cheiram a pólvora ha sido producida por la productora de Cossa 16mm filmes (Mozambique), IDA.IDA. (Francia) y Kaske Film (Alemania), en coproducción con BALDR Film (Países Bajos), DuplaCena (Portugal), STÆR (Noruega) y Filmreaktor (Noruega). Las ventas internacionales de la película corren a cargo de Syndicado Film Sales (Canadá).
(Traducción del inglés)
¿Te ha gustado este artículo? Suscríbete a nuestra newsletter y recibe más artículos como este directamente en tu email.