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SXSW 2024

Crítica: The Black Sea

por 

- Crystal Moselle y Derrick B. Harden firman un conmovedor y optimista relato sobre un pez fuera del agua que encuentra un hogar en un lugar inesperado

Crítica: The Black Sea
Derrick B. Harden y Irmena Chichikova en The Black Sea

¿Cómo hace para apañárselas un hombre afroamericano de Brooklyn cuando se queda atrapado sin dinero ni pasaporte en una pequeña ciudad de Bulgaria? The Black Sea, la nueva película de Crystal Moselle y Derrick B. Harden, que comienza con una propuesta modestamente absurda en la que una adivina informa a su clienta de que se curará con el toque de un hombre negro, relata la encantadora historia de un pez fuera del agua y acaba de estrenarse en la competición de largometrajes narrativos del SXSW. The Black Sea, que no gira exclusivamente en torno a presentimientos, va en ocasiones a la deriva, y todo ello al tiempo que simplifica en exceso la dinámica entre los personajes en una historia por lo demás sustanciosa. La cinta, que está parcialmente inspirada en las experiencias de Harden en Bulgaria, cumple con ternura —y con toques cómicos— su promesa de encontrar una familia en los lugares más insospechados.

Khalid (Derrick B. Harden en su primer papel como actor) vuela a Bulgaria para algo que perfectamente podría ser estafa: una anciana que le encontró en Facebook y le prometió pagarle miles de dólares a cambio de "tiempo para adultos", supuestamente con la esperanza de "curarse" de una enfermedad desconocida. Al llegar, Khalid se entera de que la mujer ha fallecido y se ve obligado a ponerse a trabajar en los muelles a las órdenes del explotador jefe Georgi (Stoyo Mirkov), todo ello después de que le hayan robado sus pertenencias. Afortunadamente, conecta con una tal Ina (Irmena Chichikova), una mujer de allí que dirige una agencia de viajes y que le iguala en ingenio y ética laboral. Juntos deciden abrir una cafetería que se hace cada vez más popular (los aperitivos búlgaros a la americana y las noches de micrófono abierto de hiphop resultan ser todo un éxito para los habitantes de la pequeña ciudad), y la amistad de este dúo tan poco convencional florece a pesar de sus orígenes tan dispares.

Khalid rebosa puro carisma: los adolescentes del barrio le admiran y las ancianas se desmayan. En general, todos en el pueblo son acogedores, aunque Moselle y Harden reconocen los ocasionales casos de racismo que impregnan la visita de Khalid —no todo es de color de rosa—. Aunque los altibajos de Khalid son mucho más altos que bajos, es este tono optimista lo que constituye la esencia de la película, y la amistad entre los protagonistas resulta cuando menos envidiable. Sin embargo, el largometraje carece a veces de tensión, sobre todo hacia la mitad, cuando el antagonismo se desarrolla de forma simplista en un triángulo entre Khalid, Ina y un vengativo Georgi, que nos enteramos de que es el ex novio de Ina. The Black Sea también deja entrever algo más entre los dos personajes centrales, y lo hace manteniéndose alejada del cliché en todo momento.

El director de fotografía Jackson Hunt recurre la mayor parte del tiempo a la cámara en mano para seguir al protagonista, cuyo viaje es tan inquieto como el encuadre. Las raíces documentales de Moselle (su película de 2015 The Wolfpack fue galardonada con el gran premio del jurado al mejor documental estadounidense en Sundance) son quizás más evidentes en esta película, cuando los espectadores adquieren rápidamente un fuerte sentido de la comunidad a través de las personas que Khalid encuentra en su vida cotidiana. La composición sonora de Charles Moselle, que constituye una mezcla de géneros, complementa aún más la precariedad de nuestro protagonista, pero también, en última instancia, la alegría que halla en cada encuentro inesperado.

The Black Sea ha sido producida por Kotva Films (EE. UU. y Bulgaria) y Give Thanks Films (EE. UU.). Las ventas internacionales de la película corren a cargo de la estadounidense UTA.

(Traducción del inglés)

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