email print share on Facebook share on Twitter share on LinkedIn share on reddit pin on Pinterest

CPH:DOX 2024

Crítica: Grand Me

por 

- La directora iraní Atiye Zare Arandi fija su cámara en su sobrina de nueve años, que quiere elegir a su propio tutor legal después del difícil divorcio de sus padres

Crítica: Grand Me

Melina tiene nueve años, pero decir que su nivel de sabiduría es mucho más alto del esperado para su edad es quedarse corto. La protagonista de Grand Me [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
es una niña que se ve obligada a hacer frente a las consecuencias del divorcio de sus padres —un papel que nunca elegimos para nosotros mismos, sino que se nos otorga— y no tiene más remedio que reaccionar. La situación es compleja a más no poder, ya que Melina vive con sus abuelos en Isfahán (Irán) desde la separación, y tanto su padre como su madre se han vuelto a casar. Al verse con un padrastro que no la acepta y con un padre —que tiene su pasaporte— cada vez más distanciado, la niña se plantea presentar ella misma una demanda de custodia. De este modo, Grand Me se convierte en un cándido retrato del descontento y la independencia infantiles, y todo ello gracias al rodaje y la dirección de la tía de Melina, Atiye Zare Arandi. La película se ha estrenado a nivel mundial en la sección NEXT:WAVE del CPH:DOX.

(El artículo continúa más abajo - Inf. publicitaria)

En su debut internacional en el largometraje, Atiye Zare Arandi se mantiene cerca de casa, sin interferir activamente en ningún momento. El cine de realidad se basa en la observación, pero formar parte de ciertas situaciones familiares de una forma tan pura solo es posible para alguien tan íntimamente implicado como un pariente. La observación se convierte en participación, pero de forma intransigente y respetuosa, de manera que se capta la facilidad con la que Melina se expresa o se niega a hacerlo. Las tensiones van surgiendo y se van intensificando, pero nunca a causa de la cámara. Dado que se trata de un retrato directo de una dinámica inefable, Grand Me no necesita hacer hincapié en ningún contexto específico de Irán —como los roles de género o la ley de custodia de los hijos— y confía todo su poder a la niña protagonista.

Melina es fuerte y franca, pues se enfrenta a su madre de un modo que muchos espectadores europeos considerarían sorprendente, cuando menos. Otra película podría haber utilizado esta carga para inducir al espectador a empatizar en exceso con la hija o demonizar a los padres —tal y como ocurre en Cafarnaúm [+lee también:
crítica
tráiler
ficha de la película
]
—, pero Grand me se limita a equilibrarse a favor de la verdad. Es decir, la verdad emocional de Melina.

Una de las herramientas que facilita esta representación tan compleja es, como no podía ser de otra manera, la cámara. Por un lado, tenemos la cámara de Arandi, pero por otro, Melina se filma a sí misma con un smartphone y logra un resultado de lo más empoderador. Con una madre ausente y un padre distante, la chica perfectamente podría haber volcado su corazón en la cámara o haberse desahogado ante ella, pero en lugar de eso la utiliza para canalizar la frustración en una cuasi actuación que en realidad revela más de su estado emocional que, por ejemplo, los tutoriales de maquillaje que graba. Sin ninguna intervención ni voz en off, y en un generoso acto de cuidado parental —y directorial—, la directora consigue animar a su sobrina —a base de simplemente filmar y mantenerse al margen— a continuar las conversaciones, a enfrentarse a la dureza de su propia situación y a buscar su propio lugar en un mundo tan complejo y desordenado.

Grand Me ha sido producida por la belga Associate Directors y la iraní ATAM Film, y las ventas internacionales corren a cargo de CAT&Docs.

(El artículo continúa más abajo - Inf. publicitaria)

(Traducción del inglés)

¿Te ha gustado este artículo? Suscríbete a nuestra newsletter y recibe más artículos como este directamente en tu email.

Privacy Policy