Crítica: Motherboard
por Savina Petkova
- La directora ganadora de un BAFTA Victoria Mapplebeck explora la monoparentalidad en un documental rodado con un smartphone

Ser madre soltera y hacer cine independiente son dos cosas con muchos aspectos en común: las constantes pruebas y desafíos, los dolores de crecimiento y la alegría de ver cómo tu creación desarrolla una vida propia, por nombrar solo algunos. Hace falta una sinceridad inaudita para filmarte tanto a ti mismo como a tu familia a diario, en un intento de comprender lo caótica y maravillosa que puede ser la vida. Esto es precisamente lo que consigue la directora británica Victoria Mapplebeck en Motherboard, que compite por el DOX:AWARD en el CPH:DOX de este año.
Dado que también se trata de un documental grabado con un smartphone, Motherboard constituye una continuación de Missed Call, el cortometraje —rodado por encargo con un iPhone X— con el que Mapplebeck fue galardonada con un BAFTA. Ambas películas exploran la relación de la directora con su hijo adolescente, Jim, en una especie de triángulo con su padre ausente, que permanece en el anonimato. En cierto modo, Missed Call ejerce la función de avance de un largometraje en el que el lapso de 20 años puede captarse con mayor profundidad, desde la primera ecografía hasta el primer día de universidad de Jim. Con el paso del tiempo, la tecnología también cambia, y prueba de ello es la evolución tecnológica que se observa entre la vieja videocámara y las cinco generaciones sucesivas de iPhones, una diferencia que se aprecia sobre todo a través de la calidad de la imagen y el formato. Hacia el final de la película, cuando Jim negocia su independencia, los vídeos de Snapchat forman un espacio propio, un espacio igual de seguro e impenetrable.
Motherboard, que constituye una auténtica mirada cautivadora y sin tapujos de la maternidad y la forma en que evoluciona en una red de dinámicas familiares, es una película que no esconde en ningún momento sus sentimientos. La cinta se muestra tal y como es, y el contenido es sincero y a menudo contundente, de manera que estos dos elementos hacen que el espectador se pueda identificar fácilmente con la historia. Sin embargo, lo que la película consigue de forma más sutil es fomentar la libertad emocional y dejar al mismo tiempo espacio suficiente para que los protagonistas respiren y den rienda suelta a su yo imperfecto. Para que un proyecto así exista y destaque, se requiere una confianza radical (tanto en el proceso como en el público potencial), y a lo largo de las dos décadas que vivió y filmó, Mapplebeck siempre estuvo dispuesta a mostrar las esperanzas y desesperanzas del camino.
Motherboard surgió como una especie de alternativa cuando el trabajo como autónoma de la directora y el hecho de ser madre soltera ya no pudieron coexistir, pero el espectador no percibe la película como una alternativa en ningún momento. Al contrario, la urgencia de este proyecto, como documento y como forma de experimentar la vida a través del cine, dotó a la película de una singularidad de lo más característica, ya que todo ocurre como si no pudiera haber sido de otro modo.
Por muy fuerte que sea la fuerza de las emociones tras compartir 90 minutos con Victoria y Jim, la propia película a menudo se precipita al unir las secuencias, y la estética de collage puede parecer un poco demasiado fragmentada para completar las piezas ya dispersas de una gran historia sobre la "supermadre". El montaje rápido es sin duda económico, pero los momentos de silencio y de negarse a hablar llevan la película mucho más lejos que sus indicaciones formales más extravagantes.
Motherboard ha sido producida por la británica First Person Films, y las ventas internacionales de la película corren a cargo de Autlook Filmsales.
(Traducción del inglés)
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