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VENECIA 2023 Competición

Crítica: Priscilla

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Crítica: Priscilla
Cailee Spaeny en Priscilla

Elvis está hasta en la sopa últimamente. Austin Butler todavía no ha sido capaz de deshacerse de ese acento tan peculiar, pobre hombre, pero los que esperaban una batalla similar a la de Truman Capote contra Historia de un crimen no tienen por qué preocuparse: Baz Luhrmann juega en una liga distinta a la de Sofia Coppola —cuya última película, Priscilla [+lee también:
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, ha sido presentada en competición en el Festival de Venecia—. Dicho esto, cabe decir también que ambos tienen en común el problema de Priscilla.

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En Elvis, Priscilla apenas dejó huella. En esta nueva película, no obstante, sigue constituyendo un personaje silencioso, como lo es su revuelta también. Incluso con el papel de Jacob Elordi reducido al mínimo absoluto, sigue sin tener nada que hacer contra los trajes de cuero y la melancólica adicción al consumo de pastillas.

Priscilla es un biopic de lo más decente y pasable. Se trata de una película sobre el aislamiento, la soledad y los peinados de colmena lacados como si no hubiera un mañana, a lo Jackie [+lee también:
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, de Pablo Larraín, o María Antonieta, de la propia Coppola, cuyo personaje principal es otra mujer que acaba pasando a un segundo plano ante un lujoso entorno que se come su protagonismo. Pero es que es demasiado políticamente correcta.

Lo único verdaderamente interesante que podemos extraer de la película es el hecho de que Coppola —que en los últimos años ha tenido que hablar con frecuencia sobre la diferencia de edad entre Scarlett Johansson y Bill Murray en su gran éxito Lost in Translation—plasma esta vez a la perfección lo joven que era Priscilla Beaulieu cuando conoció a Elvis. Resulta incómodo y extraño y, de hecho, podríamos estar hablando incluso de acoso sexual a una menor.

Para que quede bien claro: Priscilla, que a su vez es una de las productoras ejecutivas de la película, seguía refiriéndose a Elvis como "el amor de su vida" durante su estancia en Venecia, y aquí nadie está pidiendo la cabeza de nadie. Lo que ocurre es que la película de Coppola se transforma en la historia de un hombre que crea a su mujer perfecta, le enseña a anteponerle siempre a él por delante de todo e incluso le tiñe el pelo. Y todo eso lo logra hacer precisamente por la edad de ella. Al principio, ella es "solo una niña", la típica adolescente con la alegre coleta americana y una habitación llena de baratijas e ideas románticas, una niña estancada en Alemania, donde de repente trasladan a "Elvis el soldado". Y entonces, para sorpresa de sus padres (Ari Cohen y Dagmara Domińczyk, de Succession, una vez más interpretando a un personaje caracterizado por una preocupación constante), su niña es elegida. Y es que cuando te eligen, no te quejas.

El punto de partida resulta de lo más intrigante y sorprendentemente oscuro, pero Priscilla no tarda en adquirir la forma de una historia    —que resulta ya demasiado familiar— sobre la improbable liberación de una mujer, y Cailee Spaeny no consigue captar la esencia de ese cambio. Lo intenta, ya que pasa de ser una dulce niña enviada a un extraño, a una mujer que no solo quiere una habitación propia, sino recuperar su vida entera. A Coppola no le interesa Elvis; apenas lo muestra en escena. Lo que la directora quiere mostrar es la mezcla entre un hombre infantil y una mujer que todavía tiene que madurar. Pero resulta difícil no centrarse en ninguno de los dos.

Priscilla ha sido producida por The Apartment Pictures (Italia), de Fremantle, y American Zoetrope (EE. UU.). Tanto The Match Factory como MUBI se encargan de las ventas internacionales de la película.

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(Traducción del inglés)

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