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SUNDANCE 2024 Competición World Cinema Documentary

Crítica: Soundtrack to a Coup d’Etat

por 

- El jazz americano de mitad de siglo acompaña la lucha anticolonial en el estudio de Johan Grimonprez sobre la crisis del Congo y el asesinato respaldado por la CIA de Patrice Lumumba

Crítica: Soundtrack to a Coup d’Etat

Un texto en mayúsculas cuidadosamente formateado y alineado, secuencias entrecortadas de viejos noticiarios, alegres redobles de batería… Soundtrack to a Coup d’Etat [+lee también:
entrevista: Johan Grimonprez
ficha de la película
]
es una inmersión en la historia, pero tampoco renuncia a ser una experiencia para saborear como espectador. Dirigida por el artista belga Johan Grimonprez, cuya práctica se extiende al trabajo multimedia y al comisariado, el “cómo” de la película es tan importante como el “qué” y el “por qué”, lo que la convierte al mismo tiempo en una experiencia estética memorable y un riguroso repaso de la Crisis del Congo y de la Guerra Fría en general. La película se ha estrenado en la Competición World Cinema Documentary de Sundance, lo que supone la selección más importante del director en festivales hasta la fecha.

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El elemento único de la película, y tal vez el más discutible, es la forma en que expone su propio argumento polémico, en comparación con el relato más indiscutible de los acontecimientos históricos. El cineasta considera el jazz estadounidense, especialmente algunos iconos como Louis Armstrong, Dizzy Gillespie y el percusionista Max Roach, no solo como testigos contemporáneos, sino también como actores en los múltiples frentes de la Crisis del Congo. Thelonious Monk y Eric Dolphy aportan un agradable ritmo disonante a las audiencias de las Naciones Unidas y al aterrizaje de los aviones presidenciales. La idea de que estos artistas contribuyeron a la ventaja de Estados Unidos en la Guerra Fría a través del “lavado cultural” es aún más provocadora. La cinta sugiere que actuaron como embajadores de Estados Unidos en África, mientras estos sofocaba sus movimientos independentistas de izquierdas utilizando a los músicos como “camuflaje”. La secuencia final de la película, que muestra a Roach y la vocalista Abbey Lincoln irrumpiendo en el Consejo de Seguridad de la ONU, simboliza la lucha de esa forma de arte, y se hace eco de la solidaridad de los artistas hacia las luchas internacionales en la actualidad.

A pesar de sus 150 minutos de duración, el documental resulta ágil e intenso, mientras que Grimonprez sobresale a la hora de ofrecer una historia resumida de la turbulenta liberación de la RDC y de los numerosos relatos que la acompañan. Los expertos históricos y los espectadores bien informados asentirán con la cabeza durante toda la película. Para los demás, este trabajo ayudará a rellenar los espacios en blanco de un episodio de la descolonización de África más conocido que verdaderamente comprendido. En comparación con el marco más difuso y cuestionable de la música, la narración presenta un argumento más convincente sobre la importancia vital del Congo para el mundo moderno, como corazón de África cuyo pulso emana hacia el exterior: tras su conquista por parte del rey Leopoldo II de Bélgica, la explotación del caucho se convirtió en una mercancía mundial vital, mientras que sus minas de uranio contribuyeron nada menos que a la creación de la bomba atómica. Con el paso de las décadas, y una relectura de la historia por parte de la izquierda que se ha convertido en sinónimo de consenso general, Patrice Lumumba y su jefe de protocolo, el activista Andrée Blouin, han pasado a ser considerados estadistas vitales, cuando antes eran tachados de peligrosos radicales, e incluso Nikita Jruschov se ha convertido en un símbolo convincente contra la influencia estadounidense en los asuntos mundiales, antes ridiculizado por los medios de comunicación de todo el mundo por golpear con su zapato la tribuna de oradores de la ONU.

El tono de intriga paranoica y las numerosas referencias cruzadas, tan dispares como pertinentes, harán que los espectadores piensen en el novelista Don DeLillo. De hecho, Grimonprez quizás haya mostrado aquí sus cartas, utilizando literalmente fragmentos de White Noise y Mao II en su vídeo Dial H-I-S-T-O-R-Y. Sin embargo, Soundtrack to a Coup d'Etat funciona mejor como narración histórica rutinaria que como brujería artística, aunque su sentido de la presentación contribuye sin duda a impulsar su fluida asimilación de los hechos.

Soundtrack to a Coup d’Etat es una coproducción entre Bélgica, Francia y Países Bajos, producida por Onomatopee Films, Warboys Films y BALDR. Mediawan Rights se encarga de las ventas internacionales.

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(Traducción del inglés)

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