email print share on Facebook share on Twitter share on LinkedIn share on reddit pin on Pinterest

TRIESTE 2024

Crítica: 1489

por 

- Shoghakat Vardanyan firma un emocionante primer largometraje documental rodado exclusivamente con su teléfono, centrado en su hermano desaparecido en la guerra del Nagorno-Karabakh

Crítica: 1489

A partir del 1 de enero de 2024, la República de Nagorno Karabaj (o Artsaj), que nunca había llegado a ser reconocida por la comunidad internacional, dejó de existir oficialmente. Poco después de la invasión del ejército azerbaiyano en septiembre de 2020, el presidente Samvel Shakhramanyan firmó un decreto en el que prometía disolver todas las instituciones estatales de este territorio que, tras haber pertenecido históricamente a Armenia, fue entregado a Azerbaiyán durante la era soviética. Y fue a finales de septiembre de 2023 cuando toda la población de esta región huyó a través de la frontera hacia Armenia. Fue un conflicto en las afueras de Europa que solo tuvo visibilidad en los medios internacionales durante unas horas, ya que una semana después estalló la guerra en Gaza y todas las miradas se volvieron hacia Israel.

(El artículo continúa más abajo - Inf. publicitaria)

A base de rodar las escenas sirviéndose únicamente de su teléfono móvil, la estudiante de periodismo Shoghakat Vardanyan logra transmitir la angustia que se apoderó de su familia cuando su hermano Soghomon desapareció a los pocos días de comenzar el conflicto, justo cuando terminaba su servicio militar obligatorio. El código asignado a los cuerpos de soldados anónimos “desaparecidos en combate”, es el título de 1489 [+lee también:
entrevista: Shoghakat Vardanyan
ficha de la película
]
, el documental con el que la cineasta ha debutado, que desde su estreno ha obtenido ya dos premios —entre ellos el de mejor película en el IDFA de Ámsterdam, en noviembre— y está ahora en la programación del Festival de Trieste.

“No figura en la lista de bajas. Tendrá que ponerse en contacto con el Instituto Militar mamikoniano”. Esta llamada telefónica marca el inicio del febril proceso de búsqueda del estudiante de música de 21 años. Las dudas invaden por completo la mente de los padres de Shoghakat. “Estás hablando de él en pasado”, reprende la joven a su padre Kamo. “Es el miedo el que habla. El dolor está destruyendo mis sueños. He construido un hogar para mi familia y ahora los bárbaros vienen a apoderarse de mi vida”. La lente de la directora elude cualquier atisbo de sintaxis cinematográfica, y nos muestra a una madre que cose cojines para los niños del frente, reza o lee un libro en el sofá para distraerse de su obsesión; a un padre artista que trabaja la arcilla, que pinta, y que ha construido una casa luminosa y espaciosa en ese enclave particular, un territorio por el que se luchó con uñas y dientes (la guerra por el derecho a la autodeterminación del pueblo armenio que vivía allí comenzó en 1988).

Cuando va al cuartel con la esperanza de recibir noticias de su hijo, Kamo se detiene a analizar los frisos de una antigua puerta de piedra en los que aparecen representados el árbol de la vida y los héroes de la mitología armenia de Sanasar. La naturaleza artística de los frisos no se corresponde con la idea de esa violencia, de su hijo pasando frío y hambre, escondido en un bosque, perseguido por el enemigo. Su obsesión por las imágenes y los signos le lleva a dibujar en un papel el presunto itinerario de la retirada del batallón de Soghomon. Estos constituyen los momentos visualmente más sugerentes del documental. Las imágenes tomadas de viejas grabaciones de una Navidad familiar y las lecturas de los propósitos de Soghomon para el año nuevo (“servir a mi país sin incidentes”) sumergen al espectador en el terreno emocional de la película, pero la directora no nos ahorra las duras imágenes de los restos del hermano cuando finalmente es encontrado a 9 km de Hadrut, en dirección a Jabrayil.

Shoghakat Vardanyan se sirve de esta tormenta emocional, filmada en directo y de forma ininterrumpida durante dos años, para extraer, con la ayuda en la fase de montaje de Tigran Baghinyan y Armen Papyan, los 76 minutos que componen 1489. Se trata de un relato íntimo, duro y revelador, un testimonio a la vez impredecible y controlado —que no se rige por las normas sobre compostura y modestia ni por las que se enseñan en la escuela de cine— en el que se habla de miles de guerras, pasadas, presentes y futuras.

1489 ha sido producida por la propia Shoghakat Vardanyan.

(El artículo continúa más abajo - Inf. publicitaria)

(Traducción del italiano)

¿Te ha gustado este artículo? Suscríbete a nuestra newsletter y recibe más artículos como este directamente en tu email.

Privacy Policy