Crítica: Camboya, 1978
por Fabien Lemercier
- CANNES 2024: Con su particular estilo de ficción, Rithy Panh firma una nueva variación en su exploración cinematográfica del genocidio camboyano

“Estamos solos en este país de locos”. Únicos pasajeros de un avión que los dejó en 1978 en una pista de aterrizaje desierta en medio de la nada —suponen que a dos horas al norte de Phnom Penh—, tres periodistas franceses esperaron durante días, y bajo escolta —cortés pero para nada tranquilizadora—, el permiso para ir a entrevistar al dirigente del país. Poco a poco, fueron abriendo los ojos en torno a lo que estaba ocurriendo, pero el proceso no estuvi libre de riesgos...
El tema que ha elegido Rithy Panh para Camboya, 1978 [+lee también:
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ficha de la película], que constituye la octava aparición de su carrera en la selección oficial del Festival de Cannes —esta vez en la sección Cannes Première—, no es ninguna sorpresa, ya que el genocidio camboyano es el tema favorito del cineasta. Por otra parte, no solo son raras sus incursiones en la ficción cinematográfica (este es solo su tercer largometraje de este género —aparte de los telefilmes— desde su debut en 1989), sino que nunca antes había abordado su tema favorito —que le ha convertido en el gran documentalista que es— desde el prisma de este género. Por tanto, el interés y la curiosidad eran ya elevados de antemano, y está claro que nadie ha quedado insatisfecho, ya que el director ha conseguido imponer su toque característico, sobre todo mediante el uso ocasional de figuritas de arcilla (como en su documental La imagen perdida [+lee también:
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ficha de la película]) e imágenes de archivo, al tiempo que encarnaba perfectamente su historia mediante personajes de carne y hueso, en particular los tres reporteros: Lise (Irène Jacob), Alain (Grégoire Colin) y Raoul (Cyril Guei).
“Soy periodista, no turista”, “tienes que respetar las normas o te despedirán”. Guiados por un obsequioso, francófono y muy cauto representante del Ministerio de Asuntos Exteriores (Bunhok Lim), los tres protagonistas se pasean por la zona en visitas organizadas por la propaganda que conviene al régimen de los jemeres rojos, en el poder desde hace tres años. Los días se suceden en una espera improductiva y caracterizada por el culto a la personalidad del hermano n.º 1 (Pol Pot), la aldea de Potemkin, las entrevistas realizadas en lenguaje político (“con una conciencia revolucionaria, puedes hacer cualquier cosa”, “haces demasiadas preguntas”) y la omnipresente supervisión militar. Sin embargo, los periodistas no se dejan engañar, pues saben, entre otras cosas, que toda la población de la capital ha sido deportada al campo. El problema es que cada uno tiene su propio carácter, y mientras Lise sigue el juego y trata de leer entre líneas, Alain se muere de ganas de volver a ver a un Pol Pot con el que estudió en París y del que era muy amigo —sigue admirándole y mantiene correspondencia con él desde hace 30 años—. El fotógrafo Raoul, en cambio, termina perdiendo la paciencia y se enfada tanto que un día decide escabullirse para investigar por su cuenta, lo cual no quedará impune…
Camboya, 1978, cuyo guion ha sido escrito por Pierre Erwan Guillaume junto con Rithy Panh y está basado en el libro When the War Was Over, de Elizabeth Becker, se desarrolla en torno a una trama que avanza sutilmente y a pequeños pasos. Se trata de un retrato escalofriante y edificante que gira en torno al adoctrinamiento (“el Angkar elimina a todos los parásitos que se interponen en su camino”) y a la deriva absoluta de los ideales de justicia revolucionaria (“el pueblo está en el poder y el pueblo quiere sangre”), al tiempo que aborda la práctica del periodismo. Al mezclar con maestría la ficción, las representaciones simbólicas (las figuritas) y el realismo de los archivos documentales, el cineasta encuentra el equilibrio justo —con un presupuesto razonable— para educar y transmitir su mensaje de denuncia de un genocidio, y todo ello sin ceder a los cantos de sirena de la recreación indecente y sin esconderse en ningún momento de las atrocidades cometidas en nombre de un totalitarismo que preconizaba “la ausencia de hombres antes que la presencia de hombres imperfectos”, cuya definición reivindicaba para sí.
Camboya, 1978 ha sido producida por la francesa Catherine Dussart Productions (CDP) y la camboyana Anupheap Production, y las ventas internacionales de la película corren a cargo de Playtime.
(Traducción del francés)
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