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CANNES 2024 Quincena de los Cineastas

Crítica: Eat The Night

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- CANNES 2024: Caroline Poggi y Jonathan Vinel suben de liga con una película audaz y ambiciosa sobre la juventud y lo virtual y lo real, pero el conjunto no cumple todas sus promesas

Crítica: Eat The Night
Théo Cholbi y Erwan Kepoa Falé en Eat The Night

“Este es el sitio en el que tanto tiempo paso, y la verdad es que me siento mejor aquí que en mi propia vida”. Este lugar encantador, donde puedes matar a cada paso en paisajes de bellos colores, donde el espacio, la ingravidez y el tiempo están abolidos, es el videojuego Darknoon al que la adolescente Apolline y su hermano mayor Pablo llevan jugando nueve años desde su ordinaria casa de campo de una aburrida ciudad portuaria. Sin embargo, el juego llegará a su fin definitivo en el próximo solsticio de invierno, dentro de 60 días.

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Es un aroma a fin del mundo y adicción, por tanto, lo que se percibe en el ambiente en Eat The Night [+lee también:
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, de Caroline Poggi y Jonathan Vinel, que ha sido presentada en la Quincena de los Cineastas del 77.º Festival de Cannes. Con esta película decididamente moderna y de una audacia encomiable, el dúo francés ha puesto el listón mucho más alto —incluso ha creado un espectacular videojuego para la ocasión— que con Jessica Forever [+lee también:
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, su primer largometraje, que ya se salía de lo común. Sin embargo, como dice el refrán, a veces “quien mucho abarca, poco aprieta”.

“No te recomiendo usar la fuerza. Se volverá contra ti”. Apolline (Lila Gueneau) conoce el juego como la palma de su mano, pero el mundo real no tiene nada que ver con el territorio mágico de los avatares y criaturas de Darknoon. Pablo (Théo Cholbi) es un traficante de drogas que fabrica sus propios productos en un edificio aislado en el bosque, actividad con la que rápidamente se asocia con Night (Erwan Kepoa Falé), de manera que los dos jóvenes dan comienzo a una apasionada historia de amor que inevitablemente deja a Apolline al margen. Pero las actividades ilícitas de Pablo despiertan la ira de un violento grupo rival. El peligro acecha y golpea a medida que avanza la cuenta atrás para el final de Darknoon, y cabe recordar que Pablo prometió a Apolline que estaría con ella el último día del juego...

La sumamente física e intensa Eat The Night se mueve hábilmente entre su fascinante universo virtual, cuyo final es apocalíptico y sobrecogedor, y la muy nihilista vida cotidiana en la que luchan los protagonistas. El subtexto metafórico conceptual de los cineastas llega alto y claro, y no cabe duda de que aciertan al retratar un mundo contemporáneo y a unos jóvenes de capa caída (amenaza de extinción climática, comunicación deficiente, escapismo a través del mundo virtual y las drogas, etc.). Sin embargo, a excepción de algunas secuencias, la película no acaba de explotar todas las posibilidades narrativas que ofrece Darknoon, de modo que utiliza el videojuego de forma brillante pero repetitiva, y llama especialmente la atención lo banal y caricaturesca —por no decir inverosímil— que resulta la parte dinámica de la “guerra contra las drogas”. Es posible incluso que Caroline Poggi y Jonathan Vinel hayan imaginado esta realidad a propósito, como si todo se tratara de un vasto videojuego, pero desde el punto de vista del simple espectador, el intento, a pesar de su gran ambición y sus dispares cualidades, resulta decepcionante en conjunto. Sin duda, esto no impedirá que la película encuentre su público y que sus creadores continúen su trayectoria como cineastas con la etiqueta de “cultos”.

Eat The Night ha sido producida por Agat Films & Ex Nihilo y Atelier de Production, y coproducida por Arte France Cinéma. Las ventas internacionales de la película corren a cargo de mk2 Films.

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(Traducción del francés)

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