Crítica: Un pays en flammes
por Olivia Popp
- CANNES 2024: El experimental primer largometraje de Mona Convert es un paraíso pirotécnico en el bosque de las Landas francesas

Si alguna vez has presenciado la magia de los fuegos artificiales en persona, sabrás que, aunque veas fotos y videos de ellos, nunca será lo mismo. En su primer largometraje, Mona Convert refuta ambiciosamente esta idea para crear Un pays en flammes, que ha celebrado su estreno mundial en la sección ACID del Festival de Cannes de este año. Esta película experimental de gran alcance y de gran carácter rítmico conecta la magia de los maestros pirotécnicos con el bosque y las tierras de cultivo donde viven en el suroeste de Francia. Se nos introduce en el universo de Mona Convert en una oscuridad extrema, ya que la película está rodada con una iluminación adicional mínima (si es que hay alguna); puede que incluso tengas que entrecerrar un poco los ojos para captarlo todo hasta que se adapten a tales condiciones.
Un pays en flammes cuenta en líneas generales la historia de Margot Auzier y su padre, Patrick Auzier, pirotécnicos que, en la vida real, viven en un pueblo en el bosque de las Landas, en Nueva Aquitania. Pero, la obra de Convert no es ni ficción ni documental, en parte es escénica y observacional, con un reparto que consta de sus amigos y de la familia Auzier: Jean Pujol-Auzier, Myriam Roubinet, Vicent Mazaudier, Fabien Coulombier, entre otros. Como escritora, directora de la película y también como directora de imagen, Convert dirige la película como si fuera un video casero, girando e intentando capturar a los personajes en movimiento, pero a su vez paciente y a veces con compañerismo y unidad.
Es cierto que no es una película para todos los públicos; la paciencia es clave para poder sumergirnos en este mundo místico. La película se desarrolla como un espectáculo de fuegos artificiales: pequeños altibajos con un pequeño misterio a lo largo del camino, lo que lleva a una explosión final, literalmente. En los momentos más tranquilos, somos testigos de una vida agrícola en la Francia rural: familias y amigos trabajando juntos para limpiar y cocinar un cerdo, mientras otros embuten morcillas. A su vez, los espectadores son testigos de la calma del campo: ovejas y otros animales deambulan alrededor, otros incluso mirando directamente la cámara, evocando momentos del documental Bestiaire de Denis Côté. En una de las secuencias narrativas más emocionantes, vemos a Margot ponerse un traje y un casco totalmente cargada de pirotecnia. Una vez prendida, salen de repente chispas de una silueta con forma humana alejándose de la cámara.
Hay una cierta calidad mágica, o tal vez sobrenatural, inevitable en la película, la cual se presenta tanto de forma visual como de forma sonora. Un pays en flammes está ambientada con una grabación de una actuación en directo de Bernard Lubat y Fabrice Vieira. Dicha música está repleta de sintetizadores disonantes, cantos etéreos e inquietantes melodías habladas que suenan como conjuros incomprehensibles, produciendo una estética de la hora de las brujas en el entorno sonoro. Los fuegos artificiales, la mano de obra, los pasos y la naturaleza se mezclan todo junto entrelazado en un paisaje sonoro de Carlos Filipe Fonseca Cavaleiro. Desde un pop-pop-pop-fiuuu del chisporroteo de la pirotecnia hasta los sonidos cocinando en la granja. Los amantes del cine experimental también pueden establecer paralelismos entre las secuencias de fuegos artificiales de la película con el cortometraje Light, Noise, Smoke, and Light, Noise, Smoke de Nishikawa Tomonari. Tal cortometraje hipnótico y rítmico de seis minutos muestra también fuegos artificiales y está rodado en una película de 16 mm. El espectador se queda reflexionando sobre la compleja simbiosis entre el ser humano y la naturaleza que parece revelarse a lo largo del metraje: tal vez la magia solo ocurra en la oscuridad.
Un pays en flammes es una producción francesa de Triptyque Films, en coproducción con la portuguesa Kintop.
(Traducción del inglés por Paula López Pastor)
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