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TRIBECA 2024

Crítica: El ladrón de perros

por 

- El director chileno Vinko Tomičić Salinas debuta en el largometraje con un meditativo retrato de un joven limpiabotas en la capital boliviana, La Paz

Crítica: El ladrón de perros
Alfredo Castro (izquierda) y Franklin Aro en El ladrón de perros

Ocho años después del estreno de su primer largometraje, El fumigador (codirigido con Francisco Hevia), el guionista y director chileno Vinko Tomičić Salinas ha presentado su ópera prima en solitario, El ladrón de perros [+lee también:
tráiler
entrevista: Vinko Tomičić Salinas
ficha de la película
]
, en el Festival de Tribeca 2024. Protagonizada por otro personaje marginal, la película de Tomičic Salinas nos lleva a La Paz (Bolivia), donde retrata a uno de los miles de niños y jóvenes perdidos entre las grietas del capitalismo global. El trabajo de limpiabotas se hizo común en la ciudad en la década de los 80, cuando muchos miembros de comunidades indígenas emigraron al centro urbano en busca de oportunidades económicas, ganándose la vida a duras penas lustrando los zapatos de las élites más privilegiadas. El ladrón de perros se estrenó recientemente en la competición internacional de narrativa del encuentro estadounidense.

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Martín (Franklin Aro) es un niño huérfano de 13 años que se gana la vida como limpiabotas y acude esporádicamente a la escuela, donde es víctima de un acoso brutal por parte de sus compañeros. El joven vive en casa de una anciana adinerada, la señora Ambrosia (Ninón Dávalos), porque está al cuidado de  Gladys (María Luque), una amiga de su difunta madre. Como limpiabotas, su cliente más atento es el señor Novoa (Alfredo Castro), un hombre mayor que se gana la vida como sastre y cuida a su premiado pastor alemán, Astor, como a un hijo. Martín y sus amigos planean robar a Astor para que Novoa les ofrezca una recompensa por recuperar a su perro. Sin embargo, tras convertirse en una especie de hijo adoptivo en ausencia de Astor, Martín debe decidir si reclamar el dinero o seguir disfrutando de la bondad y los consejos paternales de Novoa.

Martín es uno de los muchos trabajadores invisibles de La Paz, donde los limpiabotas cubren sus rostros con pasamontañas para evitar ser discriminados. Ese momento llega cuando varios de sus compañeros lo reconocen y comienzan a acosarlo por ser un “humilde” limpiabotas, por lo que el joven debe huir del lugar. Un desguace se convierte en su principal patio de recreo mientras se esfuerza por llegar a fin de mes. Aro transmite una soledad comedida en la piel de Martín, reflejada en un rostro apagado que apenas cambia a lo largo de la película. Podríamos echar en falta algo más de expresividad, pero lo cierto es que esto encaja con el personaje: su rostro se ha endurecido tras años de trabajo en la calle, mientras que los que le rodean ocupan posiciones más privilegiadas que les permiten expresarse libremente.

El guion de Tomičic Salinas parece deambular por momentos, pero nunca sin rumbo: es más una instantánea de este momento concreto en la vida de Martín que el viaje de un héroe. El director de fotografía Sergio Armstrong filma La Paz como si fuera la ciudad más vibrante del mundo, rebosante de personalidad. En cierto modo, podría serlo, con sus coloridas paredes desconchadas llenas de arte callejero y su rica variedad de estilos arquitectónicos que conforman casas estrechas y dispuestas en patrones teselados en un altiplano de los Andes. Sin embargo, en la capital administrativa de Bolivia, los disparos también perforan y resuenan en el silencio. Los elementos sonoros son obra del diseñador de sonido Federico Moreira y del compositor Wissam Hojeij, que destacan el sonido ambiente para capturar la atmósfera de la ciudad. La dirección artística de Valeria Wilde Monasterios también aporta un encantador nivel de detalle a las minucias del mundo de la película, desde la sastrería de Novoa hasta la casa cuidadosamente adornada de Ambrosia.

El ladrón de perros es una coproducción entre Easy Riders Films (Francia), Movimento Film (Italia), Color Monster (Bolivia), Calamar Cine (Chile), Zafiro Cinema (México) y Aguacero Cine (Ecuador). Luxbox se ocupa de las ventas internacionales.

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(Traducción del inglés)

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