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PELÍCULAS / CRÍTICAS Francia / Bélgica

Crítica: El conde de Montecristo

por 

- Pierre Niney brilla como el protagonista del gran clásico literario de Alexandre Dumas, espectacularmente revisitado por Matthieu Delaporte y Alexandre de la Patellière

Crítica: El conde de Montecristo
Pierre Niney en El conde de Montecristo

“Nos tomaremos todo el tiempo que necesitemos para vengarnos. No pararemos hasta arrancarles el corazón”. Traición, injusticia, largos años de encarcelamiento en el más profundo aislamiento, gran angustia mental y física, un sinfín de secretos fatídicos a la par que liberadores, huida y resurrección, máscaras y preparativos metódicos para una terrible venganza... El conde de Montecristo, la novela de Alejandro Dumas publicada en 1844, tiene todos los ingredientes necesarios para una tragedia conmovedora repleta de giros emocionantes, por lo que no es de extrañar que haya inspirado ya tantas adaptaciones cinematográficas.

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Pero una gran historia será siempre una gran historia, y el dúo de guionistas y directores franceses Matthieu Delaporte y Alexandre de la Patellière han decidido, a través de la estrategia de Pathé, aceptar el reto de materializar en Francia el renacimiento de un cine grandioso, espectacular, de masas y arraigado en el patrimonio literario e histórico del país (un movimiento que se inició el año pasado con el díptico de Martin Bourboulon Los tres mosqueteros: D’Artagnan [+lee también:
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, cuyo guion fue escrito por Delaporte y de la Patellière, y ha seguido consolidándose de la mano de De Gaulle, cuya segunda parte está punto de terminar de ser rodada por Antonin Baudry). Sin embargo, en este caso la hazaña no será en absoluto tarea fácil, habida cuenta de la riqueza y complejidad de la trama original. Lo que resulta evidente, no obstante, es que Le Comte de Monte-Cristo [+lee también:
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, el nuevo trabajo del dúo de cineastas, que ha sido presentado fuera de competición en la 77.ª edición del Festival de Cannes y se estrena en los cines franceses el 28 de junio, acierta de pleno con un estilo clásico y mainstream de calidad que dura 2 horas y 58 minutos y no puede resultar más agradable.

La película debe gran parte de su éxito a la calidad de sus actores (Pierre Niney interpreta el papel principal), por no hablar de algunos cambios bastante atrevidos al adaptar la novela (nuevos personajes, nuevos vínculos entre algunos protagonistas, cambios en el contexto social con respecto a la novela, etc.), que refuerzan y modernizan el drama sin perder de vista en ningún momento el tema principal de la historia: un hombre al que tres aliados circunstanciales (los maravillosos Bastien Bouillon, Patrick Mille y Laurent Lafitte) condenan a pasar un tiempo entre rejas (“sabes cosas que la gente no quiere oír”), de modo que el convicto vuelve con una apariencia distinta —por no decir varias— para cobrarse su venganza casi 22 años después.

La historia comienza en 1815 bajo el cielo azul de Marsella, con un Edmond Dantès (Niney) al que la vida parece sonreírle, ya que está a punto de casarse con Mercedes (Anaïs Demoustier). Sin embargo, sus enemigos ocultos le arrojan injustamente y sin siquiera pasar por juicio a una celda en el interior del castillo de If, donde languidece durante 16 largos años hasta que logra escapar. Tras este largo período de desesperación, este joven confía su destino al prisionero —y excavador de túneles— de la celda de al lado, el abad Faria (Pierfrancesco Favino), que le proporciona las armas necesarias (a saber, un objetivo, conocimiento, un tesoro fabuloso que buscar y una estrategia para escapar de la fortaleza marítima) para reencontrar la libertad y vengarse cruelmente de quienes le traicionaron.

Al hacer hincapié en la oscuridad que poco a poco se va apoderando del protagonista, cuya legítima sed de venganza le llena de odio al tiempo que marchita su corazón, los directores hacen un uso fascinante de los contrastes, de modo que dan a Pierre Niney la oportunidad de mostrar las diferentes facetas de un talento con el que nunca ha dejado de sorprendernos a lo largo de su carrera. Se trata de un verdadero diamante en el corazón de esta agradable y lujosa aventura de superproducción, cuyos escasos defectos (atajos extraños, música algo intrusiva, tomas innecesariamente ostentosas mediante drones) están lejos de empañar la grandeza de sus cualidades. Sin duda, la película cumple con creces su misión de convertirse en una gran obra dirigida a un amplio público.

El conde de Montecristo ha sido producida por Chapter 2 y coproducida por Pathé, que también se encarga de las ventas internacionales, M6 Films, Fargo Films, Logical Pictures Ventures y la belga Umedia.

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(Traducción del francés)

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