Crítica: Xoftex
por Susanne Gottlieb
- Noaz Deshe entremezcla la trágica realidad y las fantasías surrealistas para retratar la frustrante situación de un campo de refugiados griego

“Vas con fe si piensas que, por el simple hecho de tratarse de Europa, se van a respetar tus derechos humanos”, grita un joven a su homólogo. Aunque se escuchan algunas risas, la multitud que observa permanece impasible. ¿Adónde quieren ir estos refugiados sirios y palestinos? A cualquier lugar que conozcan, como Suecia, Francia o Suiza, pero preferiblemente no a Polonia o Bulgaria. El tiempo de espera estimado para que los residentes del campo de refugiados de Xoftex obtengan una resolución favorable de su solicitud es de 12 a 15 meses, un tiempo que pasan ensayando para las entrevistas de asilo, rezando o dándole innumerables vueltas a sus pensamientos.
Por tanto, el escenario de Xoftex [+lee también:
tráiler
entrevista: Noaz Deshe
ficha de la película], la nueva película de Noaz Deshe, que se ha estrenado en la competición por el Globo de Cristal del 58.º Festival de Karlovy Vary, no rebosa precisamente alegría. Y es que se trata de un largometraje en el que se imponen el temblor de la cámara en mano, los primeros planos y los encuadres desenfocados. El campo de refugiados, cuyas enormes dimensiones solo se pueden apreciar mediante tomas aéreas, constituye un verdadero laberinto infernal en el que algunos hombres acaban por perder el norte. Otros, como Nasser (Abdulrahman Diab), su hermano Yassin (Osama Hafiry) y sus amigos, se sirven del cine para fomentar su propia creatividad.
Hasta el punto de que acaban trabajando en una película de zombis cuya inspiración procede de la conspiración de que el gobierno griego intenta envenenarles y de la constatación de que perder la noción del tiempo mientras esperan la llamada les deshumaniza. Sin embargo, esta oscura sátira no libra a Nasser de verse perseguido por su pasado, lo cual se manifiesta a través de un mensaje de voz sobre una hermana que claramente no está con ellos, recuerdos de un barco y un árbol que sigue creciendo sin cesar en la tienda que utilizan para rezar.
¿Y si este árbol simboliza la vida? ¿O el paso del tiempo? ¿O el desarraigo de Nasser tal vez? La verdad es que las tres hipótesis tienen sentido y, de hecho, probablemente todas sean válidas. Deshe no rehúye sobrecargar este ejercicio surrealista con un simbolismo pesado y experimental. No tiene miedo de enraizar este relato —basado en talleres de teatro con refugiados que se iniciaron en 2016— en una diégesis un tanto onírica donde se funden los horrores de la realidad y las pesadillas, donde acaba por resultar imposible distinguir entre la película de Nasser y su entorno. Lo curioso es que, en realidad, el hecho de apartarse del camino trillado de los dramas que explotan la desgracia ajena y convierten en fetiche la agonía de sus protagonistas tiene un efecto de lo más refrescante.
No obstante, la película pasa continuamente de un lenguaje puramente estilizado a un mantra un tanto asfixiante del arte por el arte. El conflicto que se va cociendo a fuego lento entre bastidores se convierte en pura corriente de conciencia mientras Nasser sigue denunciando las condiciones de vida del lugar. “El influencer del campo de refugiados”, le llaman los demás en tono de burla. Es, de todos ellos, el que molesta tanto a las autoridades que nunca obtendrá una resolución favorable a su solicitud de asilo, pero cuando el trámite de todos se ve interrumpido debido a una investigación sobre las reclamaciones de Nasser, este se convierte en el blanco de la ira —hasta entonces contenida— de sus compañeros.
Es difícil encasillar Xoftex en un género concreto, ya que prácticamente todas las secuencias desafían cualquier tipo de clasificación o definición, y es por eso que en ocasiones la cinta puede resultar más frustrante que fascinante. Lo que está claro, no obstante, es que Deshe se ha ganado todo tipo de elogios por haber intentado hacer algo nuevo con el tema y haber dado voz a los afectados.
Xoftex ha sido producida por la alemana Arden Film en coproducción con la francesa The Cup of Tea, y White Flux Productions se encarga de la producción ejecutiva de la película.
(Traducción del inglés)
¿Te ha gustado este artículo? Suscríbete a nuestra newsletter y recibe más artículos como este directamente en tu email.