Crítica: Vino la noche
por Vladan Petkovic
- El documental de Paolo Tizón sumerge al espectador en el mundo de los cadetes que entrenan para las fuerzas especiales peruanas, que se irán pronto a luchar en el "valle de la cocaína" del país

El primer largometraje documental del director peruano Paolo Tizón, Vino la noche [+lee también:
entrevista: Paolo Tizón
ficha de la película], puede ser una película perfecta para la competición Proxima de Karlovy Vary, en el que acaba de tener su estreno mundial, ya que te acerca de verdad a su tema.
En él vemos a los cadetes de las fuerzas especiales del ejército peruano mientras entrenan para participar en el conflicto del Vraem (“el Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro”), o también llamado el “valle de la cocaína”. Desde la escena inicial en un helicóptero, desde el que se preparan para saltar, Tizón firma un acercamiento impresionista e inmersivo, rodando en 4:3 con una cámara al hombro, siempre en primeros o medios planos, con un fuerte diseño de sonido y sin banda sonora. Desde el suelo, los paracaídas flotan en el cielo azul como medusas.
Permanecemos después en el suelo, siendo testigos de los procedimientos comunes de la iniciación de los cadetes, como exámenes médicos y rapado de cabezas. Antes de adentrarnos en lo que será un extenuante entrenamiento, sabemos más sobre los soldados a través de sus conversaciones. Algunas de ellas son directamente con el director, aunque la mayoría son en grupo, ya sea en las barracas o en la jungla. Mientras comen atún en lata con galletas saladas, vemos que muchos de ellos son solo niños, intentando plantarse ante sus padres y echando de menos a sus madres. Uno de ellos, lo más parecido al protagonista de la película, tiene varias videollamadas con ellos. Tizón integra al espectador directamente en el grupo de soldados.
Pasamos tiempo con ellos mientras hablan sobre películas de acción (uno de ellos se ve una en su móvil mientras espera en la jungla) y sus relaciones románticas. A menudo se acercan los unos a los otros, a veces en la misma litera, bromeando, riendo y expresando emociones sencillas. Aunque en realidad no se detecta homoerotismo, es irónico ver a un grupo de hombres jóvenes y semidesnudos compartiendo hombros y hablando sobre sus novias en el más masculino de los ambientes.
En la segunda parte de la película, asistimos al entrenamiento más potente, estilo La chaqueta metálica. Los comandantes están casi siempre fuera de pantalla, mientras ladran órdenes e insultos, exigiendo dedicación y repitiendo la necesidad de conquistar y matar. Los chicos se mantienen en pie durante horas con sus rifles sobre sus cabezas, y levantan troncos o aprenden cómo mantener su temperatura en el agua fría (todos tiritan, a pesar de aplicar la técnica que le enseñan).
Y después viene la noche, como reza el título, y convierte lo que podría haber sido descrito como un sueño, debido a la suave y ligeramente brumosa luz de las escenas exteriores, en algo parecido a una pesadilla. Tizón no utiliza ninguna iluminación artificial, así que a menudo la única luz viene de las balas y de las explosiones. El impresivo clímax de la película tiene lugar en la oscuridad completa, mientras los cánticos de guerra y los golpes de las botas se intensifican hasta llegar a un volumen casi insoportable. Aún no es la guerra de verdad, pero es como si todos los ejércitos del mundo estuvieran marchando hacia el espectador, aunque él no pueda ni verlos.
Vino la noche ha sido producida por Cinesol Films (Perú) en colaboración con Tupay Cine (Perú), PCM Post (México) y Elías Querejeta Zine Eskola (España).
(Traducción del inglés)
¿Te ha gustado este artículo? Suscríbete a nuestra newsletter y recibe más artículos como este directamente en tu email.