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PELÍCULAS / CRÍTICAS Portugal / Francia

Crítica: Sob a chama da candeia

por 

- El talentoso y hermético cineasta portugués André Gil Mata atraviesa el tiempo explorando el espacio de una casa y de la vida de dos mujeres

Crítica: Sob a chama da candeia
Gisela Matoz en Sob a chama da candeia

Si la Luna muestra invariablemente la misma cara a la Tierra durante su proceso de rotación, es porque en el mismo lapso de tiempo da una vuelta sobre sí misma”. Sob a chama da candeia, la obra de cámara del director portugués André Gil Mata (causó sensación en la sección Forum de la Berlinale de 2018 con The Tree [+lee también:
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), constituye una fascinante lección de cine radical, una paciente inmersión en el lado oculto y fragmentado de las emociones femeninas. La película, que se ha proyectado en la sección Ici et Ailleurs del 52.º Festival La Rochelle Cinéma tras haberse estrenado a nivel mundial en el FIDMarseille, cumple sin duda con su cometido de difuminar las fronteras del tiempo.

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El antiguo discípulo del maestro húngaro Béla Tarr no muestra vacilación alguna y sabe exactamente qué ingredientes mágicos utilizar para crear planos inmersos en “la noche más profunda, templada solo por la pálida luz que cae de las estrellas”. Es un tipo de oscuridad paradójica, que se hace eco de las vidas de Alzira y Beatriz, dos mujeres que durante casi 60 años han compartido el pequeño dominio de una confortable casa en las afueras de Oporto, como dos pájaros en una jaula: una desde la infancia, sin haber salido nunca de esta morada donde ahora desempeña el papel de ama de casa, y la otra como ama de llaves y cocinera residente.

“He venido a pedir la mano de tu hija”. Pasan más de 30 minutos hasta que escuchamos las primeras palabras en esta película, que nos presenta primero a sus protagonistas a través de 14 secuencias elípticas: están las ancianas Alzira (Eva Ras) y Beatriz (Márcia Breia), que recorren lentamente las distintas habitaciones de la casa sin intercambiar una sola palabra; el marido Augusto (Dinis Gomes), que solo se levanta del sillón donde se sienta a leer su periódico (O Comércio do Porto) si es para comerse la comida que le sirve su mujer antes de irse a trabajar; la bella Alzira como adolescente (Luísa Guerra), que languidece ante el piano (observada con ansiedad por su madre y su profesora) mientras se entretiene con la acuarela, copiando postales de Río de Janeiro, donde vive ahora su padre —lo sabremos más tarde—; Alzira como una niña muy solitaria (Olívia Silva) y como una mujer de unos 40 años (Gina Macedo); y todo ello sin olvidar a Beatriz cuando era joven (Gisela Matoz) y a otros personajes de la familia que hacen apariciones fugaces. La película conforma una tela de araña temporal de la que el director extrae una sofisticada trama de hilos, dejando que sea el espectador quien la desenrede, le dé sentido a todo y adivine —o se imagine— por qué hay un aire de pesadez tan intenso en este microcosmos humano: “Así es la vida, y nadie puede hacer nada al respecto”.

Sob a chama da candeia, que se desarrolla en torno a una única secuencia que se repite cuatro veces, viajando desde la campana de la iglesia contigua para deslizarse hasta el vestíbulo de la casa a través del jardín —que varía según las estaciones—, es una obra tan magistral (planos compuestos con maestría, movimientos de cámara que acarician, un uso increíblemente refinado de las técnicas fuera de cámara y un maravilloso trabajo cortesía del director de fotografía Frederico Lobo) como críptica y sugerente (una atmósfera mortífera, símbolos sibilinos, un estilo narrativo casi totalmente desestructurado). André Gil Mata ofrece una experiencia cinematográfica de primera clase que solo es apta para todo aquel que esté dispuesto a aceptar su estilo y ritmo tan peculiares. Tal y como sugiere la película a las “mentes dispuestas pero algo reacias”, “si entras en el comedor y caminas alrededor de la mesa manteniendo en todo momento la mirada fija en su centro, cuando termines tu recorrido por la mesa habrás girado sobre tu propio eje, porque tu ojo habrá pasado sucesivamente por todos los puntos de la sala. Pues bien, ¡la habitación es el cielo, la mesa es la Tierra y tú eres la Luna!”.

Sob a chama da candeia ha sido producida por la portuguesa Rua Escura y la francesa So-cle.

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(Traducción del francés)

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