Crítica: Clorofilla
por Susanne Gottlieb
- Una joven debe encontrar su lugar y su identidad en el cuento de hadas de Ivana Gloria

Empezar a sentirse —y a ser— diferente constituye una parte fundamental en el proceso de transición de las etapas finales de la pubertad a las iniciales de la adultez. Sin embargo, encontrar y adaptarse a la identidad que más se ajusta a ti es una habilidad que muchas personas no dominan hasta que son mayores. Pero para Maia (Sarah Short), no se trata solo de sentirse cómoda en su propia piel. Es una persona diferente de sus iguales en más de un aspecto —mítico—. Clorofilla [+lee también:
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entrevista: Ivana Gloria
ficha de la película], la nueva película de Ivana Gloria, que se ha estrenado a nivel mundial en la sección Proxima del Festival de Karlovy Vary, muestra cómo Maia consigue aceptarse a sí misma al tiempo que aborda los distintos retos de la vida.
La primera vez que Maia aparece en pantalla, la vemos dándose el lote con un tipo en una discoteca local. Con esa actitud tan atrevida, ese pelo verde brillante y ese entusiasmo, lo primero que uno pensaría es que se trata de una mujer de las que lo tienen todo bajo control. Sin embargo, el coito parece causarle dolor y frustración, y aunque la razón por la que esto le ocurre no se sabrá hasta más adelante, parece ser la gota que colma el vaso y la lleva a trasladarse a un apartado pueblo italiano durante el verano para recoger naranjas.
Allí conoce a Teo (Michele Ragno), cuya familia es la propietaria de las tierras. Este hombre, cuya afición consiste en fabricar perfumes con las esencias de la naturaleza, está acostumbrado a estar solo y rechaza al principio la idea de adaptarse a la compañía de otra persona. Pero es entonces cuando él también empieza a notar algo inusual en Maia: su sensibilidad a las llamadas de la naturaleza, las florecillas azules que crecen en su pelo. Y luego están los sueños que ella empieza a tener: de ella entre los árboles, o encontrando finalmente la excitación sexual en el verde suelo del bosque.
Poco a poco, los dos empiezan a formar un vínculo más estrecho. Teo no busca ninguna compañía humana, sino que ama la naturaleza. Maia, por su parte, puede parecer humana, pero en el fondo de su ser, da la sensación de que encarna la naturaleza en persona, lo cual es algo de lo que no acaba de darse cuenta. "Son naranjas", le dice con desprecio a Teo cuando este le pide que las recolecte con más cuidado. "Están vivas", replica él. Y luego está la familia de Teo, entre ellos su hermano Arturo (Domenico De Meo), y una fiesta que está a punto de tener lugar en el pueblo y empieza a invadir este espacio de autoaceptación. La presencia de los familiares no hace más que alimentar la dicotomía de Maia entre intentar encontrarse a sí misma y pretender ser como cualquier otra mujer.
La cineasta, que se inspiró en su propio proceso de madurez en un pueblo rural del norte de Italia, así como en las dificultades por las que pasó para encontrar su lugar allí, eleva el viejo tema de la pertenencia a una historia poética y de ensueño. La película, que en ocasiones recuerda al tono de Border [+lee también:
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entrevista: Ali Abbasi
ficha de la película], de Ali Abbasi, se basa en elementos míticos y, al mismo tiempo, capta el dolor de lo que se siente como mujer joven en la transición hacia una verdadera versión de ti misma. Los campos de naranjas brillan bajo la cálida luz del sol, el invernadero que alberga el taller de Teo desprende cierta belleza élfica, y el bosque con el que sueña Maia transmite una inquietante pero acogedora sensación etérea.
Pasando por alto algunos de los intercambios más torpes —por no decir cursis— entre los personajes, son la narrativa visual y la sólida interpretación de Short lo que más atrae al espectador de este cuento de hadas hecho realidad.
Clorofilla es una producción italiana de Albedo Production y DO Consulting & Production.
(Traducción del inglés)
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