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KARLOVY VARY 2024 Proxima

Crítica: Cabo Negro

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- El segundo largometraje de Abdellah Taïa es un relato queer excesivamente sutil, dominado por una difícil lentitud y un desarrollo del personaje demasiado escaso

Crítica: Cabo Negro
Oumaima Barid y Youness Beyej en Cabo Negro

Ver cine lento en su máxima expresión es un auténtico placer, o al menos una experiencia intrigante, especialmente cuando los silencios son capaces de transmitir lo que las palabras no pueden, abriendo nuevas capas de significado y aprovechando al máximo el poder de la imagen en movimiento. Sin embargo, cuando esto no sucede, la mayoría de los espectadores experimentan uno de los sentimientos más desagradables: el aburrimiento y, si las cosas se ponen aún peor, una sensación de fastidio. El segundo largometraje de Abdellah Taïa, Cabo Negro, estrenado mundialmente en la competición Proxima del Festival de Karlovy Vary, adopta un enfoque muy contemplativo, que corre el riesgo de resultar insoportable para muchos y ciertamente desafiante para todos.

La escasa trama sigue a dos veinteañeros, Jaâfar (interpretado por Youness Beyej) y Soundouss (Oumaima Barid), que llegan a una gran villa bañada por el sol en la ciudad marroquí homónima. Se supone que los acoge un estadounidense rico llamado Jonathan. Afirman trabajar como sus ayudantes de investigación, pero pronto descubrimos que Jonathan es en realidad el amante de Jaâfar. Jonathan no aparece, así que la pareja pasa el tiempo bañándose y relajándose. Cuando se quedan sin dinero, no deciden volver a casa o encontrar una forma sencilla de reunir algo de efectivo, como cabría esperar, sino que ambos venden alegremente sus cuerpos a extraños, incluido el homófobo propietario de la villa que quiere echarlos. Más allá de esta premisa, no hay mucho más que contar.

Toda la “historia” se cuenta a un ritmo increíblemente lento. Vemos cómo la cámara capta acciones cotidianas en su totalidad, sobre todo cosas como servir el té, preparar la comida, leer, dar un paseo, dormir juntos y muchas otras actividades mundanas. Los diálogos son escasos, y los silencios, demasiado presentes, a menudo no parecen estar justificados. Aunque los personajes hayan perdido la noción del tiempo, la forma extremadamente realista en que está rodada esta película recuerda al público que cada segundo de la vida real pasa de verdad, y a veces uno puede parecer dos o tres.

A lo largo del último tercio de la película, las cosas parecen ponerse un poco más interesantes, pero no es suficiente para cambiar la impresión general que el espectador pueda tener de este largometraje: somos testigos de la rápida aventura de Jaâfar con un francomarroquí llamado Mounir, además de algunos datos básicos sobre el pasado del primero que le revela a Soundouss. Y, por supuesto, hay algunas insinuaciones sobre las dificultades de ser gay en el Marruecos actual: el dueño de la villa es bastante odioso, y los bañistas observan perplejos a dos hombres cogidos de la mano mientras toman el sol. Sin embargo, estos elementos no están lo suficientemente desarrollados en términos de escritura y desarrollo de personajes, lo que en última instancia da como resultado un torpe drama costumbrista que francamente tiene poco que contar y corre el serio riesgo de poner a prueba la paciencia del público.

Cabo Negro es una producción de la francesa Barney Production junto con las marroquíes Mont Fleuri Production y Sihamou.

(Traducción del inglés)

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