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Crítica: Un mexicano en la luna
por Camillo De Marco
- 55 años después de la llegada del hombre a la Luna, esta comedia de José Luis Yánez López y Cecilia “Techus” Guerrero nos recuerda lo importante que es saber guardar un secreto por el bien de todos

Hace 55 años, el 21 de julio del 1969, los astronautas Neil Armstrong y Edwin Buzz Aldrin pusieron el pie sobre la luna, siendo los primeros en abrir horizontes inexplorados a toda la humanidad. Con el tiempo, una sombra planeó sobre el crucial: la bizarra teoría sobre un complot, según la cual los americanos nunca llegaron a pisar el suelo de nuestro viejo satélite. Y otra teoría bizarra se sugiere en la película Un mexicano en la luna, que llega a las salas italianas el 19 de julio, en el 55.° aniversario del hito, distribuida por No.Mad Entertainment. La película ha sido dirigida por José Luis Yánez López y Cecilia “Techus” Guerrero y rodada en el estado de Colima después del inesperado fallecimiento de Francis Levy Lavalle, que en principio iba a ser el director. Lavalle, fallecido pocas semanas antes del proyecto, escribió el guion inspirándose en la novela homónima de Manuel Sánchez de la Madrid, que a su vez se basa en un hecho que sucedió realmente en Colima.
Estamos en México occidental, en julio del 1969. Simón (Hector Jimenez) es un periodista de Colima que durante el día escribe historias sensacionalistas para el periódico local y durante la noche sirve las mesas del restaurante de su mujer Mari. Considerado por todos un poco demasiado inocente, Simón lucha con su rival Pepe de la P por un puesto de cronista en un prestigioso periódico que les propone entregarle un artículo que demuestre su talento. Durante una cena Simón escucha involuntariamente una historia que podría llevarlo al éxito que siempre ha soñado. Neil Armstrong, el primer hombre que pondrá el pie en la luna, es en realidad mexicano, Llano Grande. Simón piensa que detrás del absurdo rumor podría esconderse algo de verdad y junto a su compañero de aventuras Carlo (el italiano Alessio Lapice), se va hasta el pueblo del sur de Jalisco, para descubrirla.
En Llano Grande se encuentra con un muro de silencio impenetrable, erecto por el autoritario párroco padre Raymondo (Roberto Ballesteros), y por el vanidoso alcalde Presiado (Ausencio Cruz), con la complicidad de todos los habitantes. Al periodista se le prohíbe acercarse a la señora rubia, Juanita, cuyo hijo, conocido simplemente como El Güero, inmigró para trabajar como laborero mucho tiempo en California y puede estar en el centro del misterio. Simón se va acercando a solucionarlo, viajando entre imprevistos, equívocos y malentendidos.
Entre comedia absurda y película familiar, Un mexicano en la luna es entretenida sobre todo por la interpretación del actor principal Hector Jimenez. Evidentemente es una película de bajo presupuesto rodado en el México rural (y a mayores, de época) y el esfuerzo de producción para realizar un relato universal es loable, aun si el combustible no es suficiente para entrar en órbita. Pero ciertamente no era este el objetivo de una comedia adorable y blanca, que se ríe con clase del periodismo (el sensacionalismo en los últimos 50 años ha empeorado ligeramente), y que habla de principios éticos, amor maternofilial, y de todo un pueblo unido para mantener un secreto por su bien común. Desde el 1969 hasta hoy, la migración de los mexicanos a los Estados Unidos se ha convertido en una batalla silenciosa contra desiertos, muros, concertinas y patrullas de la frontera. Un sueño mayor que el de llegar a la luna.
Un mexicano en la luna es una coproducción internacional entre el mexicano Ozcar Ramírez González de Arte Mecánica, una de las compañías más activas en el desarrollo y la producción del cine independiente del país centroamericano, y Emanuele Nespeca, de la italiana Solaria Film.
(Traducción del italiano)
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