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PALIĆ 2024

Crítica: April in France

por 

- En su primer largometraje, David Boaretto captura la esencia de crecer y enfrentarse al mundo mientras observa a su hija

Crítica: April in France

Filmar a los miembros de tu propia familia sin seguir ningún guion y en situaciones de lo más naturales puede parecer una tarea fácil, casi de aficionado. Sin embargo, lo difícil es elevar el material por encima del nivel de un simple vídeo amateur con el fin de poder contar una historia o abordar un tema que, a priori, podría parecer intrascendente. En su debut como director con April in France, David Boaretto, más conocido por su trabajo como productor ejecutivo, logra precisamente eso. Aunque el documental pasó desapercibido en su estreno en el Festival de San Luis del año pasado, este año ha ido ganando terreno en el circuito de festivales, ya que ha sido seleccionado en certámenes como el Festival Internacional de Documentales de Tesalónica, el ZagrebDox, el Festival de Transilvania, el Festival del Albaricoque de Oro y, más recientemente, el Festival de Cine Europeo de Palić, donde se ha proyectado en la sección New European Documentary Film.

La protagonista no es otra que la propia hija del director, que por razones que no se especifican se traslada de Londres a París con su padre. Justo cuando la joven estaba empezando a familiarizarse con la lengua, la cultura y el estilo de vida franceses, estalla la pandemia de la COVID-19 y se impone el confinamiento, lo cual dificulta aún más la adaptación a su nueva vida. Una vez levantadas las restricciones de desplazamiento, padre e hija se trasladan al pueblo de Labastide-d'Armagnac, en el suroeste de Francia, donde tienen familia.

Al principio, el lugar parece casi vacío y abandonado, por lo que la niña se siente aún más sola y, como una especie de mecanismo de defensa, inventa su propio “reino”. Más tarde, conoce a otros habitantes, participa en conversaciones con ellos y les acompaña en lo que hacen, de modo que el mundo imaginario empieza a fundirse con el real. En este nuevo mundo, uno de sus héroes es su difunto abuelo, pintor y figura importante y querida en el pueblo, al que April empieza a sentirse muy unida, a pesar de no haber llegado a conocerle antes de que falleciera...

Crecer a menudo implica enfrentarse al mundo real y a sus distintos retos, y para April este enfrentamiento parece suponer una carga excesiva en ocasiones. Asimismo, da la sensación de que criar a una hija en circunstancias tan especiales constituye también todo un reto para el padre. Sin embargo, Boaretto toma la ética e inteligente decisión de permanecer en todo momento en un segundo plano, sin ponerse a sí mismo en el punto de mira. Opta por un enfoque observacional, absteniéndose en general de hacer comentarios e interviniendo solo cuando es absolutamente necesario (a través de la voz en off).

Boaretto demuestra tener un control total sobre su obra, puesto que maneja con maestría todos los aspectos de la producción. Él mismo es el director de fotografía, y sigue en todo momento a su sujeto con cuidado y discreción mediante una cámara que se vuelve más fluida y natural a medida que April se va soltando y empieza a entablar amistad con los adultos del pueblo. El paisaje, a su vez, se capta en toda su expresividad mediante el uso de la luz natural. Como montador, Boaretto selecciona únicamente el material más significativo y se asegura de que el documental no se prolongue innecesariamente, por lo que logra mantener la duración de la película dentro de los 70 minutos. El sonido, discreto y bien calibrado, se ve realzado por la música original de Sacha Lounis, siempre en armonía con la atmósfera. En definitiva, April in France funciona tanto a nivel personal del director y su hija, como a un nivel más amplio, psicológico e incluso filosófico, y todo ello gracias a la forma en que capta la realidad y la experiencia emocional de crecer y enfrentarse al mundo.

April in France es una producción francesa de Radical Films.

(Traducción del inglés)

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