Crítica: Le Déluge
- Con su segundo largometraje, Gianluca Jodice trata de narrar los últimos meses de la última pareja de la realeza francesa
No hay quien no sepa cómo acabó todo para la pareja formada por Luis XVI y María Antonieta, la última pareja real de Francia. Lo hemos escuchado en nuestras clases de historia, lo hemos leído en un sinfín de libros y lo hemos visto en numerosas películas. La Marsellesa (1938), de Jean Renoir, y la épica Historia de una revolución (1989), de Robert Enrico y Richard T. Heffron, trataron de transmitir una perspectiva histórica holística, mientras que María Antonieta (2006), de Sofia Coppola, y Adiós a la reina [+lee también:
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tráiler
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ficha de la película] (2012), de Benoît Jacquot, buscaban un tono más íntimo. La cuestión es, no obstante, si todavía cabe la posibilidad de ofrecer un punto de vista nuevo y fresco sobre el tema.
El cineasta italiano Gianluca Jodice, que siente predilección por las figuras y situaciones históricas, ha tratado de dar una respuesta a esta pregunta a través de su nueva película, Le Déluge [+lee también:
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ficha de la película], que acaba de estrenarse a nivel mundial como película inaugural de la 77.ª edición del Festival de Locarno.
Corre el año 1792, en pleno apogeo de la Revolución Francesa, y Luis XVI (Guillaume Canet) es destronado y, junto con su familia, encarcelado en la Torre del Temple a la espera de juicio. Mientras el rey intenta mantener los ánimos altos y los viejos modales intactos, de acuerdo con su personalidad aparentemente jovial y apacible, la perspicaz e inteligente reina María Antonieta (Mélanie Laurent) no parece tenerlas todas consigo. Sus hijos, Marie-Thérèse y Louis-Charles, son aún demasiado pequeños para darse cuenta de la gravedad de la situación, y su educación en los valores religiosos, de la que se encarga la hermana del rey, Elisabeth (Aurore Brutin), también ayuda, al menos hasta cierto punto. Algunos de sus captores tratan de mantener una actitud civilizada, mientras que otros, como el capitán (Hugo Dillon), pecan de vengativos.
Poco a poco, a la familia real se le va despojando de todo aquello a lo que estaba acostumbrada en su anterior y fastuosa vida. Primero, se quedan con un único sirviente, el leal Cléry (Fabrizio Rongione), a partir del diario del cual se supone que se hizo la película; luego les arrebatan sus posesiones, hasta sus libros, bolígrafos y lápices; y, por último, les separan a unos de otros. Sin embargo, en sus encuentros, minuciosamente vigilados de principio a fin, la pareja real analiza la situación, cada uno desde su punto de vista, con el fin de tratar de debatir su relación y el destino que les aguarda...
Jodice abre la película a las mil maravillas, con planos amplios y largos que el director de fotografía Daniele Cipri toma con belleza y simetría, de modo que captan a la perfección el maravilloso diseño de producción de Tonino Zera y el fondo sonoro constituido por la banda sonora neoclásica —aunque con un toque más bien moderno— de Fabio Massimo Capogrosso y el llamativo y destacado diseño de sonido. Sin embargo, al final del primer acto, el conjunto empieza a perder fuelle, ya que el cineasta abandona el rigor estilístico y adopta en su lugar un enfoque más suelto y descontrolado. Lo mismo podría decirse del guion escrito por Jodice junto con Filippo Gravino, especialmente en lo que se refiere a los diálogos aparentemente filosóficos, pero profundamente falsos, de los que está plagado.
Lógicamente, los mayores damnificados por estos “crímenes” del guion son los actores, y es una pena tener que ver a intérpretes tan brillantes como Mélanie Laurent o Guillaume Canet luchando por salvar los muebles ante una serie de diálogos que les obligan a tener que recurrir a una sobreactuación histérica y enmascarada como improvisación.
Jodice trata de subirse al último tren con un final cuyo simbolismo relacionado con la lluvia torrencial resulta ciertamente evidente a la par que acertado (al fin y al cabo, el título de la película deriva de la expresión “Después de mí, el diluvio”, atribuida a Luis XV), pero el tren ya ha pasado. El esfuerzo del cineasta por humanizar a estos protagonistas a los que nos enseñaron a odiar es admirable, pero puede que el planteamiento de Le Déluge no sea el más adecuado para este propósito.
Le Déluge es una coproducción entre Italia y Francia de Ascent Film, RAI Cinema, Quad y Adler Entertainment. Las ventas internacionales de la película corren a cargo de Goodfellas.
(Traducción del inglés)
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