Crítica: Bogancloch
por Muriel Del Don
- La majestuosa película de Ben Rivers nos invita a observar la vida cotidiana de un personaje fuera del tiempo, un místico moderno que vive según los ritmos de la naturaleza
El artista y director británico Ben Rivers regresa al Festival de Locarno (donde también presentó sus dos últimas películas) con Bogancloch [+lee también:
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ficha de la película], concretamente a la competición internacional. Tras haber protagonizado uno de los primeros cortometrajes del director, así como su ópera prima, Jake Williams, que ilumina cada fotograma en el que aparece, se deja filmar como si fuera un animal que no teme a los seres humanos porque es consciente del respeto y la empatía que sienten hacia él. Bogancloch es una historia íntima y conmovedora, desprovista de sentimentalismo, sobre un hombre que lucha por defender su libertad.
Bogancloch es el nombre del bosque que rodea la casa de Jake Williams, un remoto refugio en las profundidades de las Tierras Altas escocesas. La película sigue la vida de este ermitaño, o más bien místico moderno, que vive siguiendo los ritmos de la naturaleza. Las estaciones pasan con una agilidad pasmosa. La nieve cubre el tejado de la casa como una manta que intenta protegerla del frío. Sin embargo, el enfoque vital de Williams no cambia en ningún momento. Lo que quiere es increíblemente sencillo y complejo al mismo tiempo: vivir en simbiosis con la naturaleza sin tratar nunca de domesticarla. En ese sentido, la escena en la que Williams prepara la bañera fuera de su casa para disfrutar de un baño invernal totalmente inesperado es realmente impresionante. Independientemente del frío penetrante o del esfuerzo que requiere este baño (encender el fuego para calentar el agua, vaciar la bañera de nieve…), el protagonista de Bogancloch entra en comunión con la naturaleza, adaptándose a ritmos de vida que nosotros ni siquiera podríamos concebir. A través de su enfoque poético e hiperrealista, Rivers obliga al espectador a ponerse en la piel de su protagonista, a compartir sus actos cotidianos, a adivinar lo que se esconde bajo sus párpados semicerrados mientras dormita a la sombra de un árbol que lo abraza como a un bebé en una cuna. Es precisamente esta intimidad compartida, la empatía que desprende cada fotograma, lo que transforma Bogancloch en una epopeya humana de una intensidad conmovedora. El “desvestirse” final de Williams, como una especie de San Francisco moderno que finalmente se libera de todas las pretensiones terrenales, es particularmente simbólico.
Los sonidos de la película, ya sea el maullido de los gatos, el canto de los pájaros, el crepitar del fuego o el viento soplando entre los árboles, se amplifican y dilatan, convirtiéndose en personajes por derecho propio. En este sentido, la escena final, en la que un inesperado zoom que se transforma en un vertiginoso plano cenital nos ayuda a comprender que Rivers se aleja cada vez más de su protagonista sin restar intensidad a los sonidos que le acompañan, es profundamente conmovedora. El protagonista se convierte en un punto diminuto en la galaxia, pero los sonidos de la naturaleza que marcan su vida nunca le abandonan.
Bogancloch es un retrato íntimo y personal de un hombre que ha decidido apartarse de la sociedad para vivir una vida alternativa y deliberadamente marginal, y Rivers filma esta existencia con un respeto que se convierte en reverencia. Con una narración oblicua a caballo entre el documental y la ficción, el director reconstruye la vida de Williams desde un punto de vista alternativo, tanto interno como externo. A través del cine, la magia de los gestos cotidianos que el protagonista ha repetido miles de veces toman la forma de un misterioso ritual, que tenemos el honor de observar de cerca, como si formáramos parte de él. Esta búsqueda de autenticidad, pero también de ritualidad, evoca el poder místico de las películas de Maya Deren, o el misterio catártico de los personajes de Julia Margaret Cameron. En definitiva, Bogancloch es una película inolvidable que puede hacernos sentir un poco más humanos.
Bogancloch es una producción de las británicas Urth Productions y Hopscotch Films, coproducida por Flaneur Films (Alemania) y Akkeri Films (Islandia). La china Rediance se ocupa de las ventas internacionales.
(Traducción del italiano)
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