Crítica: Fogo do vento
por Savina Petkova
- La ópera prima de Marta Mateus, un maravilloso ejemplo de evocación cinematográfica, brilla en la carrera por el Leopardo de Oro
Unas hojas de parra destacan contra un cielo azul claro; algunas son verdes, otras de un color rojo intenso. El viento que sopla genera una atmósfera amenazadora. El plano inicial de Fogo do vento [+lee también:
tráiler
ficha de la película], la maravillosa ópera prima de Marta Mateus, proyectada en la competición principal del Festival de Locarno, transmite una sensación de imprevisibilidad. Los colores son vivos y maduros, como las uvas que recogen, viña tras viña, los habitantes del Alentejo, en el sur de Portugal. La primera persona a la que vemos es una joven llamada Soraia, que se corta la mano con unas tijeras. Aparece un toro negro y, de repente, todo el mundo está subido a los robles cercanos esperando ayuda.
Hay gotas de sangre en el suelo, en las piedras, en las hojas de parra, pero nunca vemos la sangre goteando. Fogo do vento prefiere regalarnos el primer plano de una consecuencia, en lugar de la acción en sí. Aunque estas elipsis pueden consolidar la estructura de una película estática, en este caso no hacen más que acentuar sus cualidades hipnóticas. La película de Mateus también tiene un aspecto impresionante. La nitidez de la imagen digital, ligeramente panorámica, refuerza cada detalle de su meticulosa puesta en escena. Filmada por Mateus y Vítor Carvalho, la película parece pintada con luz. Y no cualquier luz: la temporada de vendimia es calurosa, pero no abrasadora. Cada fotograma está bañado por el sol, pero nunca quemado: la luz que ilumina los rostros de las personas tiene un toque suave, como una caricia etérea. Y lo que es más importante, no se trata simplemente de formalismo: las imágenes son ricas y están imbuidas de responsabilidad ética y un respeto imperecedero por las personas filmadas. Están impregnadas de tanto amor que hasta el sol tiene que ser tierno en su tacto para reflejarlo.
Fogo do vento puede describirse como una película meditativa, pero es más apropiado considerarla una reminiscencia cinematográfica. Mateus quería que su ópera prima estuviera dibujada y moldeada por los recuerdos de su comunidad, los habitantes del Alentejo, que anuncian, recitan, cantan y a veces callan sobre su pasado en una polifonía de planos largos y estáticos. Reuniendo a personas de distintos orígenes, Fogo do vento se convierte en un punto de encuentro entre los habitantes de Estremoz y los gitanos del Bairro das Quintinhas, comunidades que de otro modo no se mezclan. Maria Catarina Sapata, conocida por el cortometraje de Mateus Barbs, Wastelands (2017), también ocupa el centro de esta película. En una escena, abre su cartera para mostrar su contenido: un trébol de cuatro hojas, estampas de santos y fotografías antiguas. El papel de los objetos en Fogo do vento no es simplemente proustiano, sino que actúan como portadores del pasado, al igual que las personas que aparecen en el encuadre: en sus manos ásperas, en su piel seca, en sus historias compartidas.
Mateus montó la película con Claire Atherton, colaboradora habitual de Chantal Akerman, consiguiendo un ritmo que se expande y se repliega gradualmente. La capacidad de Fogo do vento para resistir el inmovilismo que pudieran imponerle las limitaciones formales (siendo una película “lenta” con poco “argumento”), es realmente increíble. Sin embargo, cabe decir que el inmovilismo existe, como un respiro temporal del trabajo, un tiempo y un lugar suspendidos que invitan a la reflexión. Mateus demuestra saber trabajar tanto en la superficie como en la profundidad, tanto en términos visuales como metafóricos, y su ópera prima se revela como un monumento de gratitud hacia las personas que la hicieron posible.
Fogo do vento es una producción de Clarão Companhia (Portugal), coproducida por la suiza Casa Azul Films y la francesa Les Films d'Ici. Portugal Film - Portuguese Film Agency se ocupa de las ventas internacionales.
(Traducción del inglés)
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